Remembranzas UTS: Años 80 a La Actualidad

Los procesos de transformación de una Institución de Educación Superior, como las Unidades Tecnológicas de Santander, se soportan sobre hombros de gigantes, cuyo trabajo representa dedicación, entrega, empatía y conocimiento, pero principalmente don de gentes.

Desde su creación inicial, la influencia de los lasallistas y pasando por toda la comunidad académica, se debe destacar el aporte significativo del actual rector Dr. Sc. Omar Lengerke Pérez quien, con su calidad académica y su gestión administrativa, ha catapultado a las UTS como la número uno en Desarrollo Tecnológico e Innovación en Colombia, destacando 6 Programas Académicos acreditados con Alta Calidad Académica, con sedes en Piedecuesta, Barrancabermeja y Vélez, la consecución de cuatro patentes SIC, la ubicación en el Ranking SAPIENS con categoría DTeL y muchos logros más.

Hoy, la comunidad, cuenta con una Institución de alta calidad académica en donde la generación de relevo, confía en las UTS su preparación profesional, por el alto nivel educativo no sólo disciplinar y científico, sino por su formación integral.

Es necesario comentar sobre el reciente evento “Librópolis: Encuentros que Conectan”, que surge por una idea creativa del señor rector, para destacar remembranzas uteístas, encuentros de lectores, muestras investigativas, conversatorios y presentaciones culturales.

Este hecho, evoca en mi pensamiento, vivencias que deben ser presentadas, como momentos de alto valor sentimental y la expresión de agradecimiento personal, por la gestión empresarial del señor rector, que llena de orgullo a toda la comunidad santandereana.

Educación disciplinaria

Las Unidades Tecnológicas de Santander,  fueron creadas oficialmente el 23 de diciembre de 1963 mediante la ordenanza número 90 según la gaceta oficial de la Asamblea del Departamento e inició labores académicas el año siguiente bajo su denominación Instituto Tecnológico Santandereano siendo su finalidad formar a las personas para suplir las necesidades regionales y nacionales, que ameritaban personal capacitado, para el manejo de maquinaria y la organización administrativa, con el nivel de calidad aportado por la Educación Superior.

En los años 80 cambió su nombre a Tecnológico Santandereano, sin embargo, la sociedad santandereana lo identificaba como una Institución de alta calidad en la formación de carreras intermedias, bajo la conducción de los hermanos lasallistas, quienes son una congregación católica de maestros laicos, fundada por Juan Bautista de La Salle en Reims, Francia, en el año de 1680

La disertación que presento a continuación, se refleja como una evocación de recuerdos, que impactaron no solo mi formación humana y profesional, sino la de grandes personajes que aportaron significativamente en las empresas e industrias de la región y del país, destacando la calidad de la educación disciplinaria y humana de cada uno de los estudiantes que transitaron por las aulas de esta institución.

Avances en Electrificación y Telefonía Rural

Me matriculé en el programa denominado para la época “Electrificación y Telefonía Rural”, creado por el Dr. Jorge Enrique Vicchini, con una visión social enorme. El propósito de los profesionales tecnólogos en esta especialidad, era el de cubrir a los Topógrafos, Electricistas y de Comunicaciones, realizando Trabajo Social de electrificación y telefonía rural en las diferentes veredas de Colombia, buscando llegar a lugares inaccesibles, en donde la energía eléctrica y las comunicaciones no estaban presentes.

Llegar y contribuir con estas zonas apartadas del país, significaba no solo lograr mejorar la calidad de vida de un sector de la población rural, que nada tiene, sino facilitar el hecho de poder refrigerar sus alimentos, tener acceso a la televisión, disponer de equipamiento para la salud, la recreación y la educación.

El Tecnológico Santandereano, en esa época, era la única institución que ofrecía carreras tecnológicas en la región, a las que, para su ingreso se presentaban más de ochocientos estudiantes, que buscaban acceder a uno de los treinta cupos disponibles.

Tecnológico Santandereano (Facultades Intermedias)

Para los años 80, en ese momento las Unidades Tecnológicas de Santander, recibía a sus estudiantes con previo examen de admisión de alto rigor académico. Al cumplir esta primera etapa, se debía presentar una entrevista, ante profesionales que evaluaban competencias genéricas de los estudiantes.

Superados estos dos procesos se debían esperar las listas de aceptados, que eran publicadas en el periódico de la región, en donde se difundía la noticia en la que aparecían los documentos de identidad en el diario dominical. La juventud santandereana, buscaba ser parte de los estudiantes que recibirían formación en los Programas Académicos de Electrónica, Electromecánica, Topografía y Electrificación y Telefonía rural. Las mallas curriculares, muy extensas conteníanhasta 10 cursos por semestre con horarios de 6:00 a.m. a 10:00 p.m., incluyendo los sábados, porque no solo era importante la formación disciplinar sino la formación integral.

Anécdota estudiantil

Sin embargo, las vivencias estudiantiles daban oportunidad no solo a la formación profesional, sino a las vivencias ocasionales que generaban grandes lazos de amistad y en algunos casos marcaban una huella imborrable en la memoria.

En una de las salidas de campo, por las prácticas profesionales, con un grupo de compañeros, se realizaron los diseños Eléctricos y Mecánicos de una red de electrificación rural, iniciando desde el levantamiento topográfico, hasta los cálculos de redes y las estructuras o postes. En ese viaje nos hospedamos en una casa de campo, en la que los olores de los cafetales en floración primaban en todo el entorno.   Duramos caminando medio día por zonas silvestres, atravesando ríos y quebradas. Nos ubicaron en una habitación, que curiosamente disponía de dos ataúdes, suspendidos en la parte superior de las vigas del techo. Le pregunté al patrón de la casa, el porqué de ello y nos dijo: “nos toca tener esos cajones para prevenir, si sucede algo a la familia o vecinos, pues no tenemos los tiempos para ir al pueblo a comprar los ataúdes”. Aquellas fueron unas noches de pánico, solo de pensar que, encima de nuestras cabezas estaban dos cajas mortuorias. Una noche lluviosa, ya acostados y rendidos por las actividades de la práctica, dormidos, las vigas cedieron debido al mal estado del techo y purumpumpun, el ataúd que iba a contener a futuro, un féretro, cayó a centímetros de mi cama.  Es decir, por poco se le da utilidad a la caja fúnebre, con anticipación. El susto fue enorme y cuando volvimos a la realidad, comprendimos las necesidades tan grandes de las familias con las que compartiamos momentos significativos de nuestra formación.