Resumen
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)A la expectativa de una enorme tragedia, que puede producirse en cualquier momento por la inestabilidad del suelo, sobre los despeñaderos del Barrio Morro Rico, al oriente de Bucaramanga, aumentan las invasiones de tierras en esta zona de la periferia urbana de la capital santandereana, donde proliferan además los moteles y los tugurios levantados a cada lado de la carretera que conduce a la ciudad de Pamplona y a la cercana población de Tona.
El estado de abandono es total, desde las instalaciones administrativas de la compañía del Acueducto de Bucaramanga. Centenares de ranchos colgados de los farallones presagian momentos de gran incertidumbre para los habitantes de la zona oriental de la ciudad capital. La situación de anarquía en las vías de acceso a Bucaramanga, por la falta de mantenimiento y señalización, genera el caos en las horas críticas.
Sobre terrenos adquiridos por la Compañía del Acueducto Metropolitano, -- que se volvieron baldíos para proteger las reservas de agua --, se levantan cada semana ranchos colgados en el aire y niños que se lanzan a la carretera convertida en columpios, donde se juega la vida de muchas personas provenientes de las migraciones que se han tomado el territorio de la zona oriental de la ciudad. Los vecinos de Morro Rico están viviendo en el infierno, sobre unas lomas donde la improvisación en materia de obras públicas dará cuenta del olvido en que viven las familias más pobres de Bucaramanga.
El tránsito de vehículos de carga pesada, que movilizan entre treinta y cuarenta toneladas, compitiendo con los pequeños automóviles particulares y públicos que producen accidentes de tránsito, en los cuales se ven envueltos centenares de motociclistas que circulan como locos, especialmente en las horas de mayor movimiento vehicular. El cuento de la ‘Ciudad Bonita’ es un sofisma de distracción. El desorden y la anarquía comienza en el kilómetro dieciocho de la carretera a Pamplona, donde centenares de tractomulas tienen que circular para el transporte de carga hacia las ciudades de Pamplona y Cúcuta.
En la margen de la carretera Bucaramanga - Cúcuta crecen los barzales y los tugurios que reducen el espacio para la movilización de toda clase de vehículos. En medio de la anarquía, reaparecieron hace poco tiempo los antiguos buses urbanos que deben recorrer trochas para llegar a la escarpa del barrio Morro Rico. Se calcula que mas de quinientas familias residen en viviendas colgantes, que no fueron autorizadas por los organismos de planeación oficial y que constituyen la gran vergüenza de esta ciudad, donde les prometieron hace varios años la construcción de un teleférico, para mitigar el riesgo de desastres.
Una clase dirigente que quiere volver a manejar la capital santandereana, en una ciudad que está perdiendo su encanto por la cantidad de tugurios que se levantan todos los días, sin ningún control oficial, porque no se consiguen agentes de circulación ni redes de semáforos, que protejan la vida humana y garanticen el orden en las carreteras de la periferia urbana, donde todos los días se presentan graves accidentes de tránsito.