Resumen
La neutralidad en política exterior, sin coherencia y convicción, puede interpretarse como debilidad. En el contexto colombiano, la llamada “diplomacia técnica” resalta la necesidad de una postura clara en el manejo internacional.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)La neutralidad, cuando se ejerce sin convicción o coherencia, puede interpretarse como debilidad o falta de liderazgo.
Por: Luis José Aguilar.
El famoso y controvertido diplomático y exsecretario de Estado de los Estados Unidos de América, Henry Alfred Kissinger, decía: “La diplomacia es el arte de limitar el poder”.
Esta frase cobra especial relevancia hoy en Colombia, considerando los recientes acontecimientos en nuestra política exterior, expresados en lo que el ahora excanciller Luis Gilberto Murillo denominó como “diplomacia técnica”.
El presidente de la República de Colombia, Gustavo Petro, es el encargado de dirigir la política exterior del país, y el Ministerio de Relaciones Exteriores, bajo la dirección de Laura Sarabia, es el organismo responsable de su planeación, ejecución y evaluación.
Ahora, basándome en lo dicho por el The National Museum of American Diplomacy, o en español, El Museo Nacional de Diplomacia Americana (o Estadounidense), podemos definir la diplomacia como el arte y la práctica de construir y mantener relaciones, así como de llevar a cabo negociaciones con personas utilizando el tacto, pero, sobre todo, el respeto.
Esto significa que la diplomacia no solo implica la gestión de las relaciones internacionales entre los Estados, sino que también consiste en la comunicación efectiva, la resolución de conflictos y la promoción de los intereses nacionales de manera pacífica.
En este sentido, es pertinente realizar una pequeña evaluación sobre el desempeño reciente del Gobierno en esta materia.

Razones estratégicas
El diez de enero del presente año, el mundo volvió a ver al dictador Nicolás Maduro posesionarse como presidente de la mal llamada República Bolivariana de Venezuela.
Digo mal llamada porque fue el fallecido dictador Hugo Chávez quien impuso ese nombre tras el referéndum de 1999. Pero, volviendo al caso, Maduro asumió por tercera vez la presidencia de Venezuela y, aunque el presidente Petro no estuvo presente en la investidura y el entonces canciller Murillo intentó mantener al Gobierno en una supuesta posición neutral, resultó extraño ver al embajador de Colombia en Venezuela, Milton Rengifo, en la ceremonia de posesión. Rengifo se defendió alegando que su presencia respondía a razones estratégicas.
Es comprensible que nuestra condición de país vecino haga compleja la relación con Venezuela, pero no deja de ser llamativo que el presidente de Colombia no sea capaz de adoptar una postura clara respecto a la crisis política en ese país.
Humanista y progresista
Si bien algunos podrían considerar que Edmundo González es una versión más de Juan Guaidó, es decir, un mero símbolo de la oposición, es importante recalcar que González ganó legítimamente las elecciones de 2024 y que estamos presenciando un fraude electoral por parte de una dictadura que lleva más de 20 años en el poder.
Si el presidente de Colombia se jacta de ser un humanista, un progresista o un líder mundial de la vida, no debería limitarse solo a escribir en X (antes Twitter) pidiendo la publicación de las actas electorales.
Por otro lado, la reciente escalada de tensión con el gobierno del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, volvió a poner en entredicho el manejo de la política exterior de Colombia.
No es un secreto la histórica e importante alianza política, económica y militar que ha tenido Colombia con los Estados Unidos, al punto de ser considerados su aliado más importante en la región.

Dignidad no resuelve crisis
Si bien es legítimo que el presidente Petro se preocupe por los connacionales que emigran al norte del continente en busca de mejores oportunidades, es problemático que sugiera que el presidente de Estados Unidos es un "blanco esclavista". Independientemente de las posturas políticas e ideológicas, Colombia se encuentra en una posición de desventaja.
Además, el presidente Petro ya ha tenido experiencias similares, como el rompimiento de relaciones diplomáticas con Israel, país del que depende parte de nuestra tecnología y equipo militar, como los aviones IAI Kfir o los misiles Spike.
Por lo tanto, escudarse en la dignidad no resolverá las crisis que ya enfrenta el país en diversos aspectos, como la seguridad.
En conclusión, la frase de Kissinger nos recuerda la importancia de la diplomacia como un instrumento para balancear y contener el poder. La neutralidad, cuando se ejerce sin convicción o coherencia, puede interpretarse como debilidad o falta de liderazgo. Y, en el contexto colombiano, la llamada “diplomacia técnica” es una lamentable muestra de ello.