Víctor Niño Rangel, una voz literaria con 35 años de trayectoria en Santander
Resumen
Víctor Niño Rangel, desde Bucaramanga, ha dedicado más de 35 años al arte y la literatura, construyendo espacios de diálogo cultural. Destacado por su creación literaria y gestión cultural, ha enfrentado desafíos financieros mientras sigue impulsando el desarrollo cultural regional.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Desde Bucaramanga, la voz de Víctor Manuel Niño Rangel resuena como un testimonio de perseverancia, entrega y pasión por la literatura. Escritor, tallerista e investigador, este gestor cultural ha dedicado más de 35 años a cultivar la palabra y a construir espacios donde el arte y la literatura dialogan con las comunidades.
“Me identifico desde hace mucho tiempo como lector, desde que se creó la Biblioteca Turbay”, expresó Niño Rangel. Su camino ha sido profundamente literario, pero también pedagógico y organizativo. Desde los primeros talleres en los años 80 hasta su participación actual en la Red Relata del Ministerio de Cultura, ha sido testigo y protagonista del desarrollo cultural regional.

Un camino de creación, formación y gestión
Su labor se articula en tres vertientes: la creación literaria, la formación de nuevos lectores y escritores, y la gestión cultural. Como creador, ha explorado todos los géneros, aunque confiesa que la narrativa y la poesía son los espacios donde más ha crecido. Su obra más reciente, En los tiempos del olvido, es una compilación de semblanzas históricas que retratan a figuras regionales como Micaela Mutis, sobrina de José Celestino Mutis, y otros personajes del común, con quienes explora la identidad y la memoria colectiva.
“Ese libro ganó el año pasado el premio ‘Cultura con Berraquera’”, recordó el autor. Otro de sus logros fue el Premio de Larga Trayectoria, reconocimiento que celebra décadas de trabajo silencioso y constante. A pesar de estos triunfos, su andar no ha sido fácil. Como él mismo lo señaló, pertenece a “la generación del desinterés”, esa que se formó sin apoyos continuos, que aprendió a sostener su obra gracias a la autogestión y las convocatorias estatales.
Como formador, ha dirigido innumerables talleres de creación literaria y lectura crítica. “Con mis talleres he llegado a muchas partes del país, y gracias a la Red Relata he podido conocer las diferentes expresiones literarias que surgen desde lo espontáneo, desde las necesidades sociales de expresión”, afirmó. Esta experiencia le ha permitido diagnosticar el estado de la literatura en Colombia, a la que considera en crecimiento, pero aún relegada por la falta de apoyo estructural.

En el campo de la gestión cultural, su huella es profunda. Fue el primer consejero de literatura tras la Constitución del 91 y participó activamente en la creación del Instituto Municipal de Cultura de Bucaramanga, que hoy administra programas esenciales como las Escuelas Municipales de Arte (EMA). Desde esa posición, impulsó las primeras ferias del libro en la ciudad, integrando a entidades como el Banco de la República, la Gobernación y asociaciones culturales.
“Entre 1985 y el 2000 hubo una época de oro en los programas de lectura. Se promovía el libro con fuerza y había muchas instituciones comprometidas”, relató. Fue miembro fundador de la asociación Palabra en el Tiempo, junto a figuras destacadas como Hugo Caicedo y Libardo Barrero, quienes dejaron un legado duradero en la vida cultural santandereana.
Uno de los desafíos más constantes en la carrera de Víctor Niño ha sido la financiación de sus publicaciones. “Siempre he participado en convocatorias, aunque no es fácil. Hay que demostrar calidad, resultados con la comunidad, y mejorar día a día”, reflexionó. A lo largo de los años, ha logrado mantenerse vigente gracias a la venta ocasional de libros, la remuneración por talleres, y la participación en concursos.
En este momento, está a la espera del programa del Ministerio de Cultura que otorga bonificaciones vitalicias a creadores con una amplia trayectoria, un reconocimiento que considera justo tras tantos años de trabajo. Asimismo, destaca la importancia de la estampilla Procultura, una iniciativa que ayudó a consolidar durante su gestión en el Instituto Municipal de Cultura, y que hoy permite que Bucaramanga cuente con un presupuesto autónomo y sostenido para el fomento artístico.

El panorama institucional
Niño Rangel reconoce el papel del Instituto Municipal de Cultura y la Gobernación de Santander como los principales promotores del arte en la región. Ambas entidades lanzan convocatorias anuales para apoyar iniciativas en todas las disciplinas, desde literatura hasta artesanía y turismo.
“Las convocatorias son públicas y se difunden en cartillas. Hay premios para los sectores con mayor participación, como el teatro. Pero también hay apoyo para los artistas circenses, artesanos y, por supuesto, escritores”, explicó. No obstante, reconoce que la creación de institutos de cultura en otros municipios es una tarea compleja y, muchas veces, ausente. Solo Floridablanca y Girón manejan presupuestos similares al de Bucaramanga.

En cuanto a la participación juvenil, Niño señaló un incremento significativo, especialmente en áreas como el teatro, la música y la danza, impulsadas por las Escuelas EMA y las universidades locales. “La UNAB ahora tiene una carrera de literatura. La UIS siempre ha tenido carreras afines. Pero ahora hay una formación más puntual, con talleres de lectura y creación”, comentó.
Sin embargo, también advierte que la persistencia de los jóvenes en la cultura se ve afectada por la falta de una política comunicativa más decidida. “La cultura ha sido el patio trasero del país. Falta concertación con los grandes medios. No se le da historia a la gestión cultural”, afirmó. Según él, el reconocimiento social de los artistas es tan importante como los premios, y ese reconocimiento debería formar parte del relato público que se construye sobre la ciudad y su gente.
Para Víctor Niño Rangel, el arte y la literatura no son una actividad marginal, sino el núcleo mismo del desarrollo humano. “Las artes deben ser la principal orientación de una sociedad, porque son las que nos enseñan a convivir y a reconocernos como personas”, concluyó. Desde su trinchera, este escritor y gestor sigue trabajando para que la palabra tenga el lugar que merece en la vida colectiva de Santander y del país.
