¿Y si dejamos de ser espectadores?

Resumen

El artículo argumenta que ser espectador en el contexto político de Bucaramanga no es suficiente. Se resalta la importancia de participar activamente en las elecciones y de continuar involucrados después de votar, ya que la ciudad sigue avanzando independientemente de nuestra participación.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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¿Y si dejamos de ser espectadores?

En Bucaramanga nos hemos acostumbrado a mirar la ciudad como si se tratara de una de esas series que avanzan, pero sin nosotros: vemos el hueco que crece, el parque que se apaga, las basuras por doquier, la obra que no arranca.

Por: Fundación Participar*

 Comentamos, criticamos, compartimos la queja… pero seguimos mirando “desde el balcón”. Y ahora que se acerca una elección con ocho candidatos disputándose la Alcaldía de Bucaramanga, el próximo 14 de diciembre, vale la pena preguntarnos algo incómodo, pero necesario: ¿y si dejamos de ser espectadores?

 Porque la verdad es simple: aunque no participemos, las decisiones igual se toman. La ciudad no se detiene porque nos alejemos. Al contrario: cuando no estamos, otros ocupan el espacio. Y no siempre quienes llegan representan lo que la mayoría quiere, sino lo que les conviene a unos pocos. No votar no es neutral; es ceder el poder.

 Elegir a conciencia, en cambio, sí exige un pequeño esfuerzo: escuchar con atención, comparar propuestas, revisar trayectorias, distinguir entre lo posible y lo fantasioso. Ocho candidatos no deberían confundimos; deberían obligarnos a discernir mejor. No se necesita ser politólogo, solo saber de ciudad: ¿apuestas por la seguridad?, ¿impulso a la cultura ciudadana? ¿respuestas al caos vial? ¿quién tiene un plan realista y no un nuevo catálogo de promesas?

 Pero incluso después de escoger, nuestra tarea no termina. Aquí está una de nuestras fallas más repetidas: creemos que votar es suficiente. Primero nos cuesta llegar a las urnas y después actuamos como si la ciudadanía se ejerciera una vez cada tantos años. Y no: votar es apenas el inicio del contrato cívico.

 Un alcalde, cualquiera que sea elegido, necesita ciudadanos presentes. No fanáticos ni detractores profesionales: veedores, adelantados, personas que acompañan, cuestionan, exigen y reconocen. Que entienden que lo público es un asunto personal, porque se refleja en la seguridad del barrio, en el agua que llega, en el parque donde juegan nuestros hijos, en la movilidad que define nuestro día a día.

 Los desencantos que arrastramos no aparecen solos. Las obras inconclusas, los proyectos que nunca despegan, las decisiones opacas también nacen de nuestra ausencia. De pensar que da igual participar. De creer que la ciudad es asunto de otros.

 Por eso, antes de decidir quedarse al margen, vale la pena hacerse una pregunta clara, frontal y absolutamente urgente: ¿y si dejamos de ser espectadores?

*María Ximena Mantilla Macias www.fundacionarticipar.com

 

 

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