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2025: Entre el hambre y el futuro

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Resumen

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Es la primera columna del año, por lo que quiero desearles lo mejor para lo que considero que se viene. El 2025 comienza bajo una sombra de incertidumbre económica, tensiones geopolíticas persistentes y avances tecnológicos que prometen transformar nuestras vidas. La economía mundial, aún sacudida por los efectos de una pandemia que dejó cicatrices profundas (y que busca reaparecer), enfrenta un panorama que, en el mejor de los casos, será de estancamiento y, en el peor, de una recesión prolongada. Para Colombia, el camino será particularmente empinado.

El mundo no parece encontrar una salida inmediata a los conflictos que lo atenazan. En Ucrania, la guerra se ha convertido en un conflicto de desgaste, donde los intereses económicos y estratégicos superan cualquier anhelo de paz inmediata. Israel y Palestina enfrentan una escalada que, a pesar de los esfuerzos diplomáticos, sigue sin ofrecer señales de resolución. Mientras tanto, Estados Unidos, bajo un liderazgo más polarizado que nunca, empieza a alinear a las derechas europeas. En este contexto, América Latina, y en particular Colombia, quedará atrapada en el remolino de fuerzas externas y sus propias debilidades estructurales.

En Europa, los modelos de bienestar financiados con subsidios generosos enfrentan un dilema existencial. Aunque han sido la envidia de muchos, la presión fiscal y las crisis energéticas derivadas del conflicto en Ucrania han puesto en evidencia su fragilidad. El mundo aún no ha encontrado una solución viable para reemplazar los combustibles fósiles, y los vehículos eléctricos están tan lejos de ser la solución soñada como un lunes lo está de ser viernes. Colombia, como país dependiente de la exportación de materias primas, deberá sortear este contexto con prudencia, especialmente cuando el precio del petróleo y otros commodities sigue siendo una variable clave que el gobierno aún no termina de gestionar con claridad.

En lo doméstico, el gobierno deberá enfrentar las contradicciones de querer impulsar reformas sociales mientras la economía se desacelera. Las tensiones entre subsidios, inversión social y sostenibilidad fiscal serán el eje del debate público. ¿Podrá el país resistir una crisis global mientras intenta transformarse internamente?

Al mismo tiempo, 2025 marca un punto de inflexión en los avances tecnológicos, especialmente en inteligencia artificial. Herramientas como ChatGPT, que comenzaron siendo curiosidades académicas, están transformando sectores enteros, desde la educación hasta la manufactura. Colombia tiene una oportunidad si logra invertir en capacitación tecnológica y adaptarse rápidamente, ya que podría reducir algunas de sus brechas estructurales y posicionarse como un actor competitivo en sectores emergentes. Sin embargo, estas tecnologías no son una solución mágica. El desempleo tecnológico y la brecha digital podrían agravarse si no se toman medidas concretas para garantizar que los beneficios de la IA sean accesibles para todos. En este sentido, la economía y la tecnología están profundamente entrelazadas, y el futuro dependerá de si las sociedades logran equilibrar las oportunidades que brindan las innovaciones con las tensiones sociales que estas generan.

La economía global y colombiana será una prueba para nuestras prioridades como sociedad. Como bien se ha dicho, “el hambre es más importante que el futuro”. Los líderes enfrentan la gran tarea de ofrecer soluciones inmediatas a los problemas de pobreza, sin sacrificar la posibilidad de construir un futuro sostenible. Las decisiones de hoy definirán el curso de las próximas décadas. Colombia deberá demostrar que es posible avanzar sin perder de vista a quienes más lo necesitan. Porque, al final, el progreso no se mide por lo que se promete, sino por lo que se hace.

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