Resumen
El 13 de noviembre de 1985, una avalancha causada por la erupción del volcán Nevado del Ruiz devastó Armero, Tolima, en Colombia, dejando aproximadamente 23.000 muertos. La tragedia transformó la región, marcando profundamente la memoria nacional y resaltando la importancia de recordar.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Por: Rafael Serrano Camelo/Periodista Web
El 13 de noviembre de 1985, Colombia vivió una de las peores tragedias en la historia cuando una avalancha, producto de la erupción del volcán Nevado del Ruiz, arrasó con el municipio de Armero, Tolima. La catástrofe dejó un saldo devastador de aproximadamente 23.000 muertos, cifra que representó el 94% de la población del lugar en ese entonces. A 39 años del desastre, el país sigue recordando este doloroso episodio que transformó la región y dejó una profunda huella en el imaginario nacional.
En la madrugada de aquel miércoles, una densa capa de humo y cenizas se elevó a más de 15 kilómetros de altura, señalando el inicio de lo que sería el "fin del mundo" para Armero. La avalancha, que se desplazó a gran velocidad, cubrió el municipio y causó una destrucción masiva, afectando también diferentes territorios limitantes. Más de 4.400 personas resultaron heridas, muchas de las cuales fueron trasladadas a hospitales para recibir atención médica.
La noticia del desastre llegó inicialmente a través de la radio, cuando un piloto de aeronave sobrevoló la zona y reportó el alcance de la devastación. El evento se transmitió en tiempo real, manteniendo al borde a una nación entera que escuchaba los llamados de auxilio desde las cenizas. La tragedia no solo dejó un elevado número de muertos y heridos, sino también 5.092 viviendas destruidas y alrededor de 230.000 personas damnificadas. Las pérdidas materiales fueron estimadas en cerca de 50 mil millones de pesos, y la magnitud del desastre alteró el cauce del río Magdalena, afectando los ecosistemas de la región.
La vida después de la catástrofe
La tragedia transformó para siempre la existencia de quienes lograron sobrevivir. Para muchos, perder a sus seres queridos, sus hogares y un futuro prometedor fue apenas el comienzo de una larga y difícil lucha por salir adelante.
La reconstrucción no solo se limitó a levantar nuevas viviendas; fue un esfuerzo constante por preservar la memoria de lo que alguna vez fue Armero y por evitar que su nombre desapareciera para siempre de la historia. Sin embargo, el proceso de reconstrucción fue lento e insuficiente. Las promesas a los sobrevivientes de reubicación en otras zonas seguras no se cumplieron, y muchos desplazados tuvieron que adaptarse a vivir en condiciones precarias.
El gobierno creó la entidad Resurgir, con el objetivo de canalizar fondos y coordinar la reconstrucción de la zona. Sin embargo, esta organización fue objeto de críticas debido al mal manejo de recursos, ya que, según diversas denuncias de la época, gran parte de los fondos se destinó a gastos burocráticos y contrataciones costosas, lo que obstaculizó los esfuerzos de recuperación.
¿Cómo está Armero en la actualidad?
Hoy en día, Armero es un lugar marcado por un silencio profundo, un territorio que guarda en cada rincón los ecos de una tragedia que sigue viva en la memoria colectiva de los colombianos.
Donde alguna vez existió una comunidad próspera, hoy se extienden campos vacíos de una ciudad que desapareció bajo las cenizas. La antigua ubicación del municipio, ahora conocida como el “Campo Santo de Armero”, es un sitio de reflexión y homenaje, una suerte de museo al aire libre donde descansan las historias de quienes no sobrevivieron aquella fatídica noche. Los monumentos y placas conmemorativas se alzan en el lugar, recordando a las más de 23.000 víctimas.
Los visitantes caminan en silencio entre cruces y ruinas, mientras familiares de las víctimas y curiosos buscan conectarse con el pasado, como si cada objeto o placa lograra revivir la memoria de aquellos que se fueron. Para muchos, este espacio no solo es un homenaje a los caídos, sino también un recordatorio del poder de la naturaleza y de la importancia de recordar y aprender de la historia.
A casi cuatro décadas de este triste acontecimiento, Armero se ha convertido en un símbolo de la resiliencia y el dolor de un país que aún recuerda y rinde homenaje a las víctimas, aprendiendo de una tragedia que cambió para siempre la historia de Colombia.