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Colombia inerme ante el despiadado ataque de los fenómenos naturales

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Resumen

Colombia carece de preparación logística para afrontar emergencias y desastres naturales, a pesar de las experiencias pasadas con terremotos, inundaciones y pandemias. La inacción y la falta de equipos adecuados han llevado a consecuencias catastróficas y pérdidas irreparables.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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Colombia es un país tropical, dicharachero y hasta despreocupado de muchas cosas, pero lo que no puede ser es descuidado con la logística que se debe tener lista para todo tipo de emergencias.

A este país lo han afectado todos los males, habidos y por haber, y aún sus dirigentes, gobernantes, gerentes de organismos de socorro o de ejecuciones inmediatas, y hasta los privados, no aprenden que hay que estar preparados para todo, así nunca suceda nada.

Terremotos, deslizamientos de tierra, inundaciones, incendios forestales, accidentes aéreos, y hasta una pandemia, hemos tenido que soportar en medio de mínimos para atender a la población afectada y a la naturaleza destruida por el agua, el fuego o los vientos.

El pensamiento perverso que siempre restriega ‘eso no pasa nada’ hace que, a lo largo y anchos del territorio nacional, se carezca de todo para afrontar cualesquiera tipos de emergencias o tragedias, con las cuales la sabia naturaleza o el accionar del hombre castigan nuestro territorio.

Durante el fenómeno de La Niña las inundaciones y pérdidas de todo, son incalculables y nunca hay medidas preventivas, de atención, de mitigación o de ayuda para atender a los damnificados cuando todo pasa.

Lo mismo sucede con El Niño, este es más implacable, porque es fuego, calor insoportable, una sauna en su máxima potencia y la oportunidad para que conspiradores, pirómanos, enfermos mentales y hasta saboteadores, generen incendios forestales de proporciones apocalípticas, y que todos le echen la culpa a la naturaleza.

Lo inexplicable de esto es que ante todo tipo de tragedias, Colombia no sólo está inerme para atenderlas, sino que no se cuenta con equipos, herramienta o suficiente personal capacitado, para atenderlas y lo que se puede paliar en pocas horas, termina convirtiéndose en un infierno impenetrable que se sale de control.

Si nos adentramos en la zona de Santander, los incendios de las últimas semanas han acabado con más de 400 hectáreas de naturaleza, daño que es imposible de reparar, ni flora y fauna que se puedan recuperar, así pasen los próximos 200 años.

Lo que molesta de todo esto no es la falta de preparación, de precaución o de dotación de logística. Lo que causa grima, pese a que estamos en pleno Siglo veintiuno, es que los dirigentes empiecen a echarse la culpa de todas las carencias, unos a otros, como en rally de ping pong y, en lugar de primero actuar y después discutir, dejan que el problema se agrande por esa postura egoísta de que ‘si no es idea mía no sirve’.

Los males son del orden nacional, departamental, municipal, veredal, barrial y todos los etcéteras que se puedan imaginar, porque la falta de previsión es deporte nacional y sólo se toman correctivos cuando el mal ya está hecho y se destruyen terrenos, carreteras, vegetación, fauna, casas, cultivos y hasta enterrar a nuestros muertos para que se tomen en serio las medidas preventivas.

Ojalá que La Niña que nos inundó por todas partes y El Niño que tiene convertidas en infiernos las montañas de varios departamentos, sean una lección aprendida para nuestros gobernantes y no tengamos, cada temporada, que reclamar por lo mismo o volver a sacar el álbum donde la frase más notoria y resaltada es un ‘se les advirtió’.

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