Resumen
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)No sabemos a ciencia cierta a que fue el partido liberal a Cartagena: si a una convención, esto es, a una reunión de carácter político, para discutir de manera abierta entre sus bases acerca de la adopción de una estructura moderna como partido, ya de la renovación de sus idearios y sus propuestas para transformar la sociedad, o, quizás, para recuperar el protagonismo histórico de hace uno años, cuando se expresaba como colectividad progresista, o, muy por el contrario, a una verdadera corraleja de las que son tradicionales en la región caribe, con presencia de manteros, garrocheros, banderilleros, y otras especies áulicas y sumisas que solo se deleitan con el jolgorio, la algarabía, el clientelismo, el desorden y la antehistoria.
Todo nos indica que fue más a esto último, a ensalzar al jefe qué, ya corto de ideas y comprometido con los modelos de la injusticia social, desde los palcos de la plaza romana, preside el evento y antes que promover el debate de las realidades y verdades, insta a las consignas insulsas, tras las cuales, tiende humo para procurar su perpetuidad en la dirección de un partido que, parece condenado a los registros de la ignominia por ausencia de liderazgo.
La convención liberal antes que producir noticias para las paginas políticas, protagoniza sucesos para las notas rojas de los diarios; no se habló de actitudes políticas, se hizo mas bien zambra y pugilato vulgar, que llevó a la policía a tener que hacer presencia en el recinto. Por Dios, tanta vergüenza solo para mantener en el pupitre del poder al jefe eterno, a aquél que, cuando emergió a la política hace más de cuarenta años reclamaba espacios para la juventud y las nuevas tendencias, pero que ahora, empotrado en el trapo desteñido de su colectividad, se aferra al solio solo para sostener los privilegios de poder de su familia y garantizar el aporte de su partido al mantenimiento del status quo social que impera en Colombia, todo a costa de los cambios que la sociedad reclama.
Nada nuevo en materia de discurso social deja esta lánguida convención de los rojos de otrora; es la patética radiografía de un partido que se desmoronó ideológicamente, que se sumió en la corrupción y en la inercia política, que excluye las voces que claman por la renovación de sus momias dirigentes y por la proclama de un verbo capaz de realizar en toda su dimensión el estado social de derecho.
Actuó el liberalísimo con el cesarismo que lleva por nombre su eterno director: la concentración de todo el poder en sus exclusivas manos, no muy limpias, por cierto, moviéndose a la manera tradicional de las dictaduras de partido, en franca manera antiliberal.
¿Pensará el señor Gaviria que, el bochornoso y precario espectáculo de ayer, sin bríos ni asomos ideológicos, simplemente con los coros de la intolerancia y la soberbia contra el gobierno actual, es suficiente para afrontar los sucesos electorales próximos? ¿Creerá acaso, de verdad, que las bases liberales son tan ingenuas y no ven más allá de las comodidades que el ostenta como jefe de su estantería liberal?
Si algo tienen las gentes liberales de ahora, es claro que, el rumbo histórico del partido debe ser otro y que debe reasumir el rol de agente de los grandes cambios y transformaciones sociales en Colombia; Gaviria, es la antítesis de ello; su apellido es el nombre de una muy connotada funeraria capitalina, y a fe que el expresidente no desentona con este negocio pues, es el sepulturero de un liberalismo al que ha conducido a la asfixia política e ideológica, hundiéndolo en la última de la fosas de la historia patria.