Resumen
Una niña de cinco años en urgencias inspira con su valentía y esperanza mientras enfrenta un tratamiento médico. A pesar de su dolor, muestra optimismo y enseña una lección sobre cómo se forjan los héroes. Su fuerza contagia al narrador, convirtiéndola en símbolo de perseverancia y amor.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)De visita por la sala de urgencias de un hospital encontré unos pequeños rostros que distrajeron toda mi atención. A mi lado, en su camilla, una pequeña de cinco años dibujaba con crayolas de colores las peticiones para el Niño Dios. Recorrí con la mirada la sala y encontré varios niños, unos más pequeños y otros casi adolescentes, adormecidos y frágiles por el malestar de sus cuerpos.
Además del ambiente frio se respiraba el alcohol entremezclado con aroma de frutas que llegaban al domicilio de las camillas en un ruidoso carrito metálico. A mi diestra estaba una niña deportista con su traje de basquetbol y cruzamos unas palabras en medio de su somnolencia. El médico nos interrumpió y apartó a su mamá para secretear la epicrisis mientras la niña asintió que la conocía perfectamente.
Unas enfermeras se dedicaban a adornar los pasillos con detalles navideños y se armó la controversia entre los pequeños admiradores del Niño Dios y Santa Claus. Aunque las opiniones estaban divididas tenían claro que el correo aguardaba su correspondencia en el mismo destino… ¡el buzón del arbolito! Los niños igualmente desconocen que sus padres están involucrados en esta historia.
Mientras su madre se entendía con el doctor retomamos la conversación y hablamos un poco de la navidad, de los encargos y de las sensaciones que despierta el ruido de la música y el brillo de las luces. La niña se prepara con fortaleza para recorrer el horizonte y superar este imprevisto y, aunque me sentí imprudente, vi caer una lágrima de sus ojos y le pregunté, ¿Te duele? ¡Hasta el alma!, respondió, pero todo saldrá bien añadió; su respuesta enérgica superó mi torpeza.
¡Me sentí desarmado!, inútil, y el silencio me abordó. Intenté distraer mi sensación además de mi torpeza y le pregunté sí le gustaría recibir una colección de balones y un aro para encestar. La niña miró detenidamente el catéter, el monitor y remató su mirada en la mía. -Pasaré una temporada aquí, dijo sonriente y somnolienta… ¡Sentí desvanecer mis ánimos! ¿Y, el Niño Dios? Insistí. Con la sonrisa de su voz la valiente deportista levantó mis ánimos… ¡saldré adelante con este cuento! Su sonrisa despertó mi admiración después de explicarme el proceso de su cabello. ¡Mis respetos! Ahora la joven adolescente se convirtió en mi instructora y me enseño otra lección sobre cómo se forjan los héroes. ¡Yo no podía creerlo!
La niña deportista se ha preparado fuertemente para enfrentar retos, ganar victorias y como anticipo de Niño Dios entrena para ser su anfitriona. -Por ahora nada más es necesario, dijo segura y sonriente. La niña aleteó su manita para despedirse y hospitalizarse. Ahora el equipo de su familia enfrenta el torneo de su recuperación y tienen la cancha suficiente, para ejercitar con amor el amor y el valor de su pequeña.
Dedico este reconocimiento a su valentía y a las palabras que me dieron valor y ejemplo. La niña deportista hoy está en el pódium de su lucha. A toda voz continúa su esperanza y el eco de sus palabras para otros niños, y porque no decirlo, también convertirnos en sus discípulos.
Hoy, con esta nota, invito a esa dulce campeona a escribir a dos manos su victoria, testimonio y ejemplo. A Paula, mil aplausos… ¡Adelante!