Resumen
En Colombia, la violencia y corrupción son parte del paisaje. El asesinato de Sofía Delgado evidencia una resignación social. La cadena perpetua no es solución en un sistema judicial corrupto. Necesitamos prevención, enfoque en salud mental y combatir la corrupción con acción colectiva.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)La vida tiene formas curiosas de mostrarnos lo frágil que es controlarla. A veces, algunos planes se derrumban por detalles tan pingos como olvidar las llaves dentro del carro. Aun así, hay frustraciones que ya ni siquiera nos indignan.
En Colombia, la violencia y la corrupción se han vuelto parte del paisaje. Personalmente, me molesta la idea de quedarme con un peso que no es mío, pero el saqueo al Estado ya no me sorprende como al que desayuna arepa paisa a diario y ya ni le sabe. Es como encontrar cucarachas en una cocina sucia: desagradable, sí, aunque esperado. ¿Por qué llegamos a este punto? En una sociedad donde todo se normaliza, hemos perdido la capacidad de asombrarnos ante los verdaderos males.
El asesinato de Sofía Delgado es un triste ejemplo de esta resignación. Ante un crimen tan atroz, la cadena perpetua emerge como una solución rápida y popular que no resuelve nada. Pedir cadena perpetua parece contundente, empero es completamente insuficiente. No solo porque un psicópata no teme a la cárcel ya que su lógica no responde al miedo o al castigo, sino también porque, en un sistema judicial podrido, estas penas pueden terminar condenando a inocentes.
Aquí la justicia está plagada de corrupción y errores, y la misma negligencia que permitió que el asesino de Sofía fuera liberado en primer lugar, se usaría para manipular y trampear a quienes caigan bajo el peso de estas sentencias. La presión social por encontrar culpables lo más rápido posible genera el riesgo de que personas inocentes paguen por crímenes que no cometieron. Ya hemos visto casos de gente que, después de décadas encarceladas, fueron liberadas tras comprobarse su inocencia. ¿Qué le diremos a alguien que pasó 30 años en la cárcel injustamente? “Disculpe señor, teníamos que atrapar a un violador como fuera para calmar a la opinión pública. Usted entenderá, fue por los niños”.
Lo más indignante es cómo los políticos usan estas tragedias para beneficio propio. Se aprovechan del dolor de las víctimas y de sus familias para proyectar una falsa empatía, prometiendo reformas y castigos ejemplares que saben que nunca cumplirán. Hipócritas que usan a los niños como excusa para todo y eso los hace casi tan responsables como el criminal, porque mientras manipulan ese sufrimiento, los inconvenientes de fondo permanecen intactos. Y lo mismo ocurrirá en este caso: prometerán penas más severas y reformas “necesarias”, más una vez se apaguen las cámaras, seguirán protegiéndose entre ellos. Los del Pacto Histórico se apropiaron del discurso anticorrupción para capitalizar el hartazgo de los colombianos, y ahora, desde el poder, eternizan las mismas prácticas que juraron combatir. Y eso lo considero más grave.
Además, centrarse en castigos más duros desvía la atención de lo que verdaderamente importa: la prevención. Los crímenes cometidos por personas con trastornos mentales graves no se disuaden con el miedo al encarcelamiento. La clave está en identificar estas patologías a tiempo, invertir en salud mental y crear sistemas que actúen antes de que ocurran tragedias.
Lo mismo pasa con la corrupción. No podemos seguir aceptándola como parte del espectáculo. Aunque a veces parece imposible de erradicar, si renunciamos a la lucha, perpetuaremos un ciclo de impunidad. Y el hijo del presidente ahí mintiendo y haciendo trampa con el lema “yo creo en la justicia”, cuando es evidente que desde la fiscalía lo ayudan. Solo que, como los pequeños tropiezos cotidianos, seguimos encogiendo los hombros. Y ese estoicismo nos consume.
No obstante, si mantenemos la cocina limpia, aún es probable que aparezcan cucarachas. Pero si todos en la casa nos unimos, podemos aplastarlas ágilmente con la chancleta. Así debemos enfrentar la corrupción y la violencia; no como algo inevitable, sino como anomalías que podemos eliminar si actuamos juntos. Solo entonces lograremos decir que, aunque imperfecta, la vida en Colombia puede ser verdaderamente hermosa.