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De los libros, el caracol y la identidad

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Resumen

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De los mejores libros que he leído es La marca de España, del escritor santandereano Enrique Serrano. Es un texto que logra ayudarnos a entender quiénes somos y cómo la herencia española sigue influyendo en nuestra forma de pensar y de relacionarnos. Serrano no se queda en los hechos históricos, sino que busca las raíces culturales de nuestras actitudes como sociedad y como individuos.

Uno de los ejemplos más claros que el libro plantea es el concepto del honor, que desde la época de la conquista no solo definía el prestigio social, sino que dictaba cómo debía comportarse una persona. Aunque los tiempos han cambiado, ese sentido de orgullo y reputación sigue presente en cómo nos relacionamos, incluso hoy. Defender el “nombre” o evitar el deshonor, aunque sea de forma simbólica, sigue siendo parte de nuestra cotidianidad.

Otro aspecto que Serrano explora con mucha claridad es nuestra relación con las leyes. Mientras en otras culturas las normas se respetan por ser acuerdos colectivos, en Colombia —y en general en América Latina— se perciben como algo más negociable. Esto no es casualidad. Durante la época colonial, las leyes que venían de España muchas veces se interpretaban y adaptaban según las circunstancias locales. Esa tradición se convirtió en una habilidad casi instintiva para encontrar excepciones, reinterpretar reglas o evadirlas sin perder del todo el respeto por ellas. Como en La estrategia del caracol, se trata de cumplir las normas… pero a nuestra manera.

La influencia del catolicismo es otro tema central. El enfoque español en la religión, especialmente en el sufrimiento y la redención, moldeó nuestra visión del mundo. La conexión del sacrificio como valor, la resignación frente a las dificultades y la esperanza en un futuro mejor, incluso en medio de la adversidad, son elementos que encontramos no solo en nuestra vida cotidiana, sino también en la literatura, el arte y en la política.

Lo importante de todo esto es pensar qué hacemos con ese legado. Hay rasgos que son problemáticos como el individualismo o la dificultad para trabajar en equipo, pero también hay fortalezas, como la capacidad de adaptarnos a contextos cambiantes o el gusto por la narrativa y la creatividad.

Este no es un libro que solo mire al pasado; es una herramienta para entender el presente. Nos recuerda que la historia no es un lastre, sino una guía para conocernos mejor y decidir hacia dónde queremos ir. Y que bueno sería que todos los colombianos, o al menos los santandereanos, leyéramos este manuscrito.

A todos y a todas, el futuro no se construye negando nuestras raíces, sino entendiendo cómo nos han formado y qué podemos hacer con ellas. Francia Márquez y Gustavo Petro no son ajenos a estas raíces. Ellos también tienen esa marca así quieran negarlo. Este desconocimiento les dificulta entender qué significa ser verdaderamente colombianos.

Los invito a reflexionar sobre nuestra identidad, sobre lo que nos une y lo que nos diferencia, y sobre cómo esa mezcla de herencias puede ser nuestra mayor riqueza si aprendemos a utilizarla a nuestro favor. En la próxima elección, no volvamos a votar por el odio de clases y razas; siempre ha habido y habrá: ricos y pobres, blancos y negros, heterosexuales y no heterosexuales, altos y bajos, bonitos y feos, reguetoneros y músicos de verdad. Votemos con conciencia de nuestra historia y con esperanza en lo que podemos construir juntos.

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