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De los miedos, el consumo y el Serú Girán (o la esperanza)

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Resumen

La incertidumbre económica y política afecta el consumo diario, pero es crucial mantener la actividad económica, aunque sea a menor escala, para avanzar y resistir. La gente busca formas de adaptarse y encontrar momentos de felicidad, demostrando resiliencia frente a la adversidad.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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Por: Edgar Julián Muñoz González

En estos tiempos, no es fácil encontrar equilibrio en medio de tanto vaivén económico. Las decisiones que tomamos a diario –qué comprar, en qué gastar, qué sacrificamos para ahorrar un poco más– nos afectan más de lo que queremos aceptar. Yo, por ejemplo, ya hasta me la paso cambiando de operador de celular buscando bajar los precios, y funciona. Y como si la economía no fuera ya un enredo en sí misma, el juego político le añade peso a cada decisión, creando una zozobra que se siente hasta en el mute del domingo. Hay un murmullo colectivo de que las cosas no van bien, y quizá no vayan a mejorar pronto. Es una sensación que flota en el aire, como si estuviéramos atrapados en un inconsciente colectivo, en un miedo compartido. Pero ya sabemos que Petro no se queda, y ya hemos pasado la mitad de su mandato.

¿De dónde viene esta sensación? Tal vez del miedo a retroceder. No obstante, si dejamos que la economía se estanque, ahí sí vamos a ver problemas de verdad. Y es en esos momentos cuando sale a relucir la famosa cartilla socialista, esa que parece diseñada para meter miedo y convencer a la gente de que su única salida es depender del gobierno. Pero la gente ya no es boba, y la mayoría entiende que cuanto más depende del Estado, más rápido queda colgada, atrapada en una red de promesas que rara vez se cumplen.

Aun así, no podemos darnos el lujo de quedarnos quietos. Si la incertidumbre es fuerte y los vientos de recesión soplan con fuerza, cada uno de nosotros tiene que encontrar la manera de seguir adelante. Quizá no sea el momento para lujos, pero siempre hay formas de buscar esa dosis de felicidad que todos necesitamos. Si ya no se puede ir al “club”, ¿por qué no un paseo por el río, o una caminata por esos rincones que pocos visitan? Si no podemos salir a bailar porque las discotecas están impagables, hay un parque y buena música esperando. En tiempos difíciles, estos pequeños momentos se vuelven esenciales.

El punto es no dejar de consumir. Tal vez en menor escala, tal vez con ajustes, pero no podemos darle la espalda a la economía. Mantener viva la chispa del consumo, aunque sea en cosas pequeñas, es una forma de decir que seguimos adelante, que no nos rendimos. Porque, al final, lo que importa no es cuánto gastamos, sino en qué lo hacemos y qué nos hace bien. Yo, por ejemplo, volví a abrir un cuarto oscuro; me adentro revelando negativos e imprimiendo fotografías como hace unas décadas. Y el ciclo continúa con mi cámara análoga, que llevo a todos lados, obligándome a consumir aunque sea un tinto o una empanada mientras camino y fotografío la calle.

Como canta Charly García en aquella canción de Serú Girán: “Nace una flor, todos los días sale el sol; de vez en cuando escuchas aquella voz”. Porque, por más oscuro que parezca el panorama, siempre queda una flor por ahí, algo que nos recuerda que seguimos, que resistimos, y que siempre habrá un rayo de luz, aunque sea entre las sombras. Colombia retomará el rumbo, como el cauce del río que intentan desviar. Este gobierno sigue intentando cambiar ese cauce, pero, como al peor de los ingenieros, su obra se le cae.

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