De política, la decencia y el humor

Por: Edgar Julián Muñoz González

Es muy difícil hablar de decencia en la política; igual en los negocios. Para utilizar esa palabra se requiere de algo más que la simple intención de serlo. Todos creemos ser honestos y honrados, pero nadie puede asegurar que será así de por vida. Especialmente porque es imposible mantener el carácter sin ser consciente de que estamos expuestos a bifurcaciones y dilemas morales a lo largo de nuestra existencia.

Lo que hoy nos parece correcto, quizás mañana no. Lo que ayer nos parecía aceptable, hoy es un pecado. Entonces, la decencia vista como la calidad de ser digno, respetable y adecuado en el comportamiento, vomita las letras y se fastidia con acciones. El español se vuelve complejo al no poder utilizar palabras sin que se conviertan en ironías o contradicciones.

Sin embargo, no todo es pesimismo. En últimas, ¿qué sería de la política, o la economía, sin estas paradojas? Exponer las deficiencias comunicativas de los “honorables”, es más satisfactorio que ajustar una ficha perdida en un rompecabezas o sentarse a sacar la piedra de la chancla. Se dice que “un economista es un experto que sabrá mañana por qué las cosas que predijo ayer no sucedieron hoy”, algo que también resulta cómico, ya que nuestro presidente es un economista que ni siquiera es capaz de saber para mañana el número de la lotería de ayer.

Eso de culpar al antecesor es una maña que no se quita ni con tíner. Y el humor político es un oficio muy serio que, si solo fuera una payasada, no se conocerían tantos casos de censura en los medios nacionales. Aunque es imposible no verle humor a los discursos de quienes prometen acabar la corrupción, la violencia y el narcotráfico, cuando ya está comprobado que es imposible hacerlo a la vez. Atacar el narcotráfico deriva en más sobornos y, si eso no funciona, viene con violencia. Y esa dosis de estupidez la tiene el 99% de los colombianos, donde no me incluyo (en otras, sí).

Pero supongo que el columnista es como el humorista político. Ninguno de los dos puede ser bueno si solo ataca al gobierno de turno y se hace el tonto con los abusos y los horrores de cualquier grupo armado. El que le cobra cada salida en falso a los gobernantes y les perdona todo a quienes ejercen la oposición. Solo que a estas alturas es más que claro que el mismo gobierno es el que cae en sus trampas y la oposición solo observa cómo el presidente se las pisa y pregunta de quién son.

No obstante, separar la política de la economía y del humor parece inviable. La idea es que seamos nosotros los que demos ese paso, ya que es difícil identificar al político que ponga primero a la nación sobre sus intereses personales. Almas que no instrumentalicen a Dios ni el sufrir del pueblo con ideas de cambio, que favorecen a aliados corruptos y que perjudican al ingenuo votante. Decencia pura, virgen y limpia. Muchos temen y se estresan por las palabras confusas del mandatario y sus tocayos alfiles; a mí me generan risa.