Resumen
El artículo critica al presidente colombiano, Gustavo Petro, sugiriendo que su terquedad e insistencia en políticas ideológicas y discursos polarizantes pueden resultar dañinos para la economía de Colombia en un contexto global complicado, especialmente con el regreso de Trump a la política.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Con Trump de regreso en la Casa Blanca, el mensaje es clarísimo: los estadounidenses están hartos de discursos huecos que no resuelven los problemas económicos. La moda de las políticas “woke” y el progresismo de salón, que tanto se ha expandido, quedó en segundo plano cuando la gente decidió que inflación, empleo y tasas de interés son lo que realmente importa. Este cambio de timón pone en aprietos a muchos gobiernos latinoamericanos de izquierda, y en Colombia, sin duda, será un terremoto para la administración de Gustavo Petro.
Ahora bien, si somos realistas, esperar que Petro cambie de postura es tan optimista como creer que un niño cerca de las escaleras no va a correr directo hacia ellas. Petro es tan terco que, en vez de aprender de sus errores, les da cátedra. Y seguirá aferrado a su discurso de siempre: viendo enemigos en todas partes, hablando de revoluciones, golpes de Estado y sapeando, porque es más sapo que un nerdo sin amigos que se cree más inteligente que todos, pero nunca lo invitan a nada. Ni siquiera los mismos de izquierda lo quieren, y es evidente que es el monaguillo de los politiqueros parásitos que se le pegan a lo que sea. Pero el pobre cree que se da cuenta y que lo tiene controlado, pero no. A muchos colombianos sus discursos nos sirven más para reírnos que como solución. Su reacción al nuevo contexto con Trump será, probablemente, doblar la apuesta, aunque eso implique que Colombia termine pagando el pato. Y eso no es tan chistoso.
Porque una cosa es segura: Trump no es precisamente condescendiente con sus opositores ideológicos, y menos en este hemisferio. López Obrador ya sabe lo que es tener a un Trump en la presidencia y lo que implica hacer equilibrio para evitar choques innecesarios. Petro, en cambio, parece más dispuesto a seguir lanzando puyas y buscando excusas, aunque se estrelle una y otra vez diciendo bobadas en X. Esa tozudez es un riesgo: mientras él sigue en sus ideas, la economía colombiana enfrenta problemas reales, como la desaceleración del crecimiento y la incertidumbre en inversiones extranjeras.
En lugar de ajustarse al “cambio”, Petro probablemente continuará como hasta ahora, chocando sin estrategia frente a un contexto mundial que no le favorece. Al no encontrar más eco para su discurso antiuribista, ahora se la pasa hablando de “fascistas” y “nazis”, con metidas de pata como llamar así a los israelíes. Y es ahí donde los colombianos debemos movernos con cautela. Es bueno no gastar a menos que sea necesario. Todos queremos que se reactive la economía, solo que no a cualquier costo para el ciudadano de a pie. Trump ya dejó claro en su mandato anterior que para él las alianzas y la cooperación no son eternas; dependen de que los otros jueguen bajo sus reglas, y aún faltan dos años mal contados de este gobierno de panfletos.
Es momento de estar con la cabeza fría para los choques que vienen. Porque por más que Petro quiera posar de inquebrantable y de que no se ajusta al ritmo de otros, el escenario ha mutado, y los caprichos ideológicos solo nos van a salir más caros. Su pifia de pelearse con la comunidad judía, estoy seguro, algún día le va a pasar factura, como le pasó al GEA con los Gilinski. Porque los judíos no es que perdonen mucho. Si Petro fuera tan inteligente como se cree, lo sabría.
Entre tanto, y para seguir dándole casquillo al asunto, lo que hicieron con el Atlético Bucaramanga es una vergüenza. La Dimayor no se ha dado cuenta, pero estas finales se vienen con muchos escándalos de arbitraje. Ya verán que eso está podrido.