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Del financiamiento, la piedra pómez y la mugre

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Por: Edgar Julián Muñoz González
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Resumen

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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La aprobación de la Ley de Financiamiento, que redistribuye recursos a las regiones, es un respiro para un país asfixiado por el centralismo. Durante décadas, Bogotá ha actuado como si fuera el único motor de Colombia, absorbiendo recursos que provienen de las regiones más productivas. Mientras tanto, los que vivimos en estos lugares vemos pasar los años con problemas crónicos de infraestructura, inseguridad y falta de desarrollo.

Si bien esta ley devuelve a las regiones parte de lo que generan, el verdadero reto está en cómo usar esos recursos. Porque, seamos sinceros, de nada sirve que nos den más dinero si lo vamos a gastar en proyectos que no solucionan nada o en gestos que solo quedan bien en comentarios de Twitter y fotos maquilladas de Instagram.

Bogotá, con su densidad poblacional y su capacidad de inclinar la balanza electoral, ha mantenido al resto del país en una dependencia opresiva. Los territorios necesitan autonomía para decidir sobre sus prioridades y ejecutar proyectos de manera eficiente. Ese centralismo tiene más grietas que una piedra pómez.

No obstante, la corrupción sigue siendo el elefante en la canoa. Se dice que los gobernantes locales no están preparados y que el manejo de los recursos es un peligro. Pero, ¿acaso en la capital no tenemos casos iguales o más vergonzosos? El problema no es dónde se administre el dinero, sino cómo. Y aquí es donde los ciudadanos debemos asumir nuestra responsabilidad al elegir dirigentes.

Santander, un departamento con un potencial inmenso, es el ejemplo perfecto de cómo las prioridades a veces se desdibujan. El gobernador Juvenal llegó al cargo con la bandera de la seguridad, pero hoy parece más interesado en otros asuntos. Hace poco celebró con bombos y platillos que 30 niños fueron enviados a aprender inglés en Inglaterra. Un gesto bonito, sí, pero ¿de verdad eso es un logro de gobierno? ¿Qué impacto tiene en las necesidades reales del departamento?

Luego está el turismo. No debemos subirnos al bus de los destinos populares, como si Santander tuviera que convertirse en una mini Cartagena o un Medellín andino. Los santandereanos no queremos eso. Nuestro turismo no necesita masificación; necesita planeación. Lo que sí queremos es seguridad, buenas vías y desarrollo económico, no proyectos insulsos que parecen sacados de una lista de “ideas genéricas para gobernantes sin foco”.

La descentralización fiscal debe ser el inicio de un cambio estructural. Las regiones necesitan líderes que prioricen lo esencial: seguridad, infraestructura y políticas económicas serias. Este no es el momento para gestos simbólicos ni para proyectos de impacto efímero; es el momento de gobernar con visión y resultados concretos.

Los recursos están llegando, pero si no exigimos que se usen bien, el fracaso será tanto nuestro como de los políticos. Descentralizar no es solo repartir dinero; es una oportunidad para que las provincias demuestren que pueden ser el motor del cambio. Aunque ese cambio no ocurrirá con líderes que pierden el foco ni con ciudadanos que se resignan. Como dice el dicho, el que quiere barrer toda la calle deja su casa llena de mugre.

Gobernador, usted es un hombre honrado. No le tema a invertir a largo plazo como un verdadero estadista. Necesitamos obras que generen desarrollo económico sostenible. Y se las resumo: infraestructura de energía renovable, proyectos para la innovación y la educación, obras de saneamiento y acceso al agua, desarrollo urbano inteligente, agricultura sostenible y turismo responsable. Santandereanos, siempre adelante.

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