Resumen
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)En su finca de 19 hectáreas en Rincón del Cerro, Uruguay, José "Pepe" Mujica, el expresidente uruguayo y referente de la izquierda mundial, reflexiona sobre su vida con la humildad que lo caracteriza. Rodeado de libros, recuerdos y acompañado por su esposa, Lucía Topolansky, Mujica afirma que su mayor acierto no fueron las decisiones políticas ni las luchas que marcaron su trayectoria, sino el amor que encontró junto a ella.
"Haber encontrado a Lucía a la larga fue el mayor acierto", declara el exmandatario de 89 años, mientras se recupera de un cáncer de esófago que lo obliga a alimentarse de forma especial. Con una sonrisa nostálgica, describe cómo Lucía, su compañera durante más de cinco décadas, cuida de él con esmero. "Mi compañera se desvive... Pobre Lucía las que pasa", relata, destacando el apoyo incondicional de quien compartió con él no solo una vida, sino también ideales y luchas.
El camino de Mujica y Topolansky se cruzó en medio de la lucha clandestina en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, en un contexto de peligro constante. "Nos conocimos en la lucha clandestina. Estábamos solos, en un momento de mucho riesgo", recuerda Mujica. Para él, el amor floreció como una necesidad vital en un tiempo de incertidumbre y amenaza.
Aunque estuvieron separados durante los años de prisión y dictadura (1973-1985), su relación se mantuvo firme. En 2005, después de más de dos décadas juntos, decidieron casarse. Lucía, quien además de guerrillera fue vicepresidenta de Uruguay, describió su unión como una combinación de "amor y utopía".
El legado de una vida sin hijos
Mujica y Topolansky no tuvieron hijos. Él atribuye esa decisión a su dedicación a las causas sociales y políticas. "Me dediqué a cambiar el mundo en la época que tenía que tener hijos", reflexiona. Sin embargo, asegura no sentir remordimientos, citando al cantautor Atahualpa Yupanqui: "Tengo tantos hermanos que no los puedo contar". Para él, la verdadera familia se encuentra en las conexiones humanas y en el sentido de pertenencia con aquellos que comparten sus ideales.
A pesar de los retos de la edad, Mujica se siente agradecido por su vida con Lucía. "Somos unos privilegiados", dice, subrayando que pueden seguir viviendo juntos y disfrutando de pequeñas alegrías, como conducir un tractor o leer un libro. "El amor se transforma en una dulce costumbre cuando se es viejo. Es la forma de evadir la soledad", reflexiona, resaltando el papel de su compañera en su bienestar emocional y físico.
Desde su modesta casa, Mujica, quien continúa siendo una figura influyente, comparte su visión sobre el mundo y su legado, pero siempre vuelve a lo esencial: el vínculo que lo une a Lucía. Para él, su vida, marcada por luchas y sacrificios, encuentra su mayor triunfo en el amor que los mantiene juntos. "Estamos medianamente autovalentes. Y estamos juntos", concluye con serenidad.