El clamor por la seguridad
La seguridad, tan anhelada por los colombianos, no puede seguir siendo una aspiración inalcanzable. La delincuencia casual que afecta nuestras ciudades y territorios rurales no es producto del azar, sino consecuencia directa de problemáticas estructurales que se han perpetuado a lo largo del tiempo: desplazamientos forzados, impulsados por fuerzas oscuras interesadas en dominar los sectores; abandono estatal, producido por la incapacidad del Gobierno para hacer frente a situaciones de desorden público; falta de oportunidades para la población desamparada, y debilidad institucional en procedimientos por alteración del orden público.
Pretender enfrentar este fenómeno únicamente desde el castigo sería desconocer la raíz del problema. La verdadera solución exige una respuesta integral que priorice la prevención, la inclusión social y el desarrollo económico sostenible, especialmente en las zonas más vulnerables del país.
Uno de los pilares fundamentales para erradicar la delincuencia es la educación técnica y la capacitación laboral. Por ello es urgente ofrecer programas educativos flexibles para jóvenes y adultos en riesgo, vinculados directamente al sector productivo y acompañados de incentivos reales para el retorno a las aulas ya que el conocimiento, cuando se traduce en oportunidades concretas de empleo, se convierte en el arma más eficaz contra la exclusión y la delincuencia.
Igualmente se requiere fomentar alianzas público-privadas que promuevan el empleo digno, especialmente para personas provenientes de contextos difíciles; incentivar a las empresas para contratar personal de comunidades marginadas es sembrar las semillas de una verdadera inclusión social. Pero esta tarea no se limita al empleo o la educación, la presencia estatal debe fortalecerse en los barrios más afectados, mediante centros integrales que ofrezcan salud, cultura, deporte y justicia.
Estas intervenciones deben ir de la mano con brigadas sociales compuestas por sicólogos, educadores y trabajadores sociales, así como con programas de justicia restaurativa que ofrezcan segundas oportunidades a jóvenes que, ante la falta de alternativas, optaron por caminos equivocados.
Es igualmente imperativo potenciar la labor preventiva de nuestra fuerza pública. El policía comunitario, cercano a la gente y comprometido con el diálogo es clave para construir confianza entre el Estado y la ciudadanía, La seguridad se fortalece cuando quienes la ejercen son vistos como aliados y no como figuras represivas, distantes de la sociedad.
Finalmente, no podemos permitir que el campo colombiano siga siendo tierra de abandono, Invertir en proyectos productivos rurales, garantizar vivienda digna, acceso a servicios básicos y créditos para pequeños productores es esencial al frenar la migración desordenada hacia las ciudades. La delincuencia no se combate únicamente con armas o leyes: se previene con oportunidades, se reduce con justicia social y se derrota con presencia estatal, es hora de actuar con decisión, articulando esfuerzos entre el Estado, el sector privado y la sociedad civil. Solo así lograremos comunidades seguras y un país verdaderamente en paz.