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El farsante

Resumen

Jesús, un enfermero, cuestiona a Rosmira por su impuntualidad para una cita médica. Al no tener acompañante, convence a un hombre para hacerse pasar por su esposo. Juntos enfrentan la situación en el hospital, causando risas y asombro entre los presentes.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Claudio Valdivieso
El farsante

Por: Claudio Valdivieso

Jesús el enfermero llamó con insistencia a Rosmira De la Calle. La paciente, ya sobre el tiempo, debía prepararse para un procedimiento de gastroenterología.  El enfermero vio llegar a la señora agitada, apresurada, y en tono exigente le advirtió que debía ser más cuidadosa y puntual, además, la cita fue programada con dos meses de anterioridad.

Jesús entre molesto y condescendiente le recibió las órdenes, revisó la documentación y leyó las instrucciones en voz alta y le preguntó a la paciente por su acompañante. ¿Perdón, de qué me habla? ¡Nadie me dijo eso por Dios!, lo que faltaba. Frustrada, en medio del afán, se le ocurrió pedirle a una señora que si podía acompañarla. Nada. Intentó con otras personas sin lograrlo, hasta que vio a un hombre que tarareaba música con sus pies, le habló, y el hombre se retiró los audífonos para escucharla. ¿Puede hacer una obra de caridad conmigo?

Por supuesto, respondió el hombre a la angustiada mujer. ¿Qué puedo hacer? ¡Convertirse en mi esposo!, es por un ratito, solo acompáñeme a firmar que es mi acompañante.  Señor, es una obra de misericordia; por favor, ¡hágalo!

El amable hombre se acercó al escritorio del enfermero, se presentó como esposo, llenaron los registros y el compromiso de informado… ¡Todo listo! Acompáñela al vestidor y por favor ayúdela a cambiarse, dijo el enfermero con malicia. ¡La señora ni se inmutó!

Finalmente salieron, para disimular le dijo -tome mijo- ella cubierta en una bata verde aguamarina y él con el moño de la ropa y un pequeño bolso. El hombre no podía creerlo y sonrió. Por Dios, señora, ¡con más disimulo!

Una hora después volvió a encontrarse con Rosmira en una camilla somnolienta y alucinante al aparecer por efectos de la anestesia. Jesús le pidió al hombre que vistiera a su esposa a quien le habían practicado una colonoscopía.

El hombre, con una mirada refrescante al regresar Rosmira del frio salón (una hora después de recibir el moño de ropa y el bolso), mientras le ajustaba el brasier y le acomodaba el panti le preguntó. ¿Se siente bien señora?

La señora Rosmira alcanzaba los cincuenta años y el hombre dos menos que ella.  Señor, ¡mil y mil gracias!, ¿Debo reconocerle algo? El enfermero, en su buena fe, le pidió el teléfono de su esposo y ella en medio del trastorno le dio el número del verdadero, pero la señora cayó en cuenta y reaccionó, pidió cambiar el número. De una vez, todas las personas que se dieron cuenta de los “esposos farsantes” soltaron la carcajada, murmuraron y quedaron sorprendidos de semejante locura. Como siempre, se escuchó el comentario de un fulano que gritó pobrecito ¡el cachoneado!

Rosmira y el enfermero se miraron desconcertados, pues él alcanzó a escucharle que su verdadero esposo estaba en un cubículo de cuidados intensivos. El hombre de los audífonos se retiró, ingresó al ascensor, pero en los videos de seguridad no quedó registro de su entrada ni de su salida. Minutos después, Rosmira contestó una llamada del hospital para recibir la triste noticia.

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