Resumen
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Por: Jaime Galvis Vergara
Uno de los logros del régimen de la Unión Soviética fue la transformación del poder judicial, en una herramienta de persecución política. Durante las peores purgas del régimen soviético, cayeron líderes políticos, funcionarios de diversos rangos, militares, académicos y hasta los más sanguinarios cancerberos, tales como Yagoda, Yeshov y Beria, pero los jueces permanecieron incólumes, un personaje tan siniestro como Vyshinsky sobrevivió en todas las oleadas de ejecuciones.
En medio de miles de procesos amañados, en los cuales proliferaron las pruebas falsas, las acusaciones infundadas y las “confesiones” logradas por medio de torturas, hubo una persecución especial llevada con saña, la del líder revolucionario, Leon Trotsky.
Luego de un juicio amañado, Trotsky fue enviado a Kazajstán, de donde salió exiliado a Turquía, siempre bajo la hostilidad no disimulada del Gobierno Soviético, de allí paso a Francia donde paso poco tiempo, de allí se trasladó a Noruega, En este país las presiones de La Unión Soviética lo obligaron a buscar refugio, a pesar de la renuencia de muchos países a recibirlo, finamente obtuvo asilo en México, donde, en 1940 fue asesinado por un sicario enviado por la Unión Soviética. Pero esta persecución política no solamente produjo su muerte, también, la de la mayor parte de su familia.
Hay otro ejemplo de persecución política encarnizada de un alto funcionario en el Mundo Comunista, se trata de Liu Shao Chi, este personaje que desempeñó los más altos cargos del estado, en China, fue víctima de toda clase de acusaciones, hasta de traidor a la Patria, por sus desacuerdos con las políticas y planes de Mao-Tse-Tung, preso y humillado durante la Revolución Cultural murió en 1969. Recientemente, se rehabilitó su memoria. Poco se conoce del calvario legal que padeció, debido al secretismo de Régimen de China.
Recientemente, el uso canallesco de las persecuciones legales con fines políticos, hizo metástasis en las Américas. En primer lugar, cabe mencionar lo ocurrido con Alberto Fujimori, presidente del Perú por más de 10 años. Allí, la inflación superaba el 1000 %, la economía estaba en bancarrota el congreso y el poder judicial presentaban altos índices de corrupción y dos grupos guerrilleros imperaban en el territorio nacional, El Sendero Luminoso y el MRTA.
Fujimori acabó con el Sendero Luminoso y levantó la economía del Perú. Cuando dejó del Poder, lo condenaron a 36 años de cárcel por cuatro sentencias. Recompensa para un mandatario que impidió que Perú se convirtiera en un estado fallido, estuvo más tiempo preso que Abimael Guzmán, quien causó miles de asesinatos.
Otro caso patético se presenta en Colombia, un país sometido por bandas de forajidos que por décadas han expoliado a la población campesina. Llegó al poder Álvaro Uribe Vélez, un personaje que se dedicó a combatir a los bandoleros y a los narcotraficantes, esto tranquilizó al País, pero desencadenó una marea judicial en su contra. Una jauría de rábulas se dedicó a buscar en las cárceles delincuentes, los cuales, mediante soborno, lanzaran falsas acusaciones contra Uribe. Se constituyó en Colombia, algo que se conoce como el cartel de la toga.
Pero la bellaquería judicial llegó a niveles muy altos, esto se ve en la campaña presidencial de los Estados Unidos, durante cuatro años han llovido sobre Donald Trump, toda clase de acusaciones; cualquier desconocedor podría pensar que se trata de la candidatura de Al Capone y no de alguien que ya fue presidente del país. Es admirable la tranquilidad de Trump ante esa avalancha de infamias. Cualquier juez provincial se siente facultado para arrojarle basura a un candidato inmensamente popular.
Por esto, no es extraño, que un tribunal de hampones, en Venezuela, se hayan dedicado a acosar a una heroica mujer dedicada a denunciar el latrocinio que está ocurriendo en ese país.