La lucha final del Papa Francisco no fue espiritual, sino fiscal

Mientras enfrentaba complicaciones de salud que terminaron en su hospitalización y posterior fallecimiento, el papa Francisco también lidió con una batalla interna en el corazón financiero del Vaticano. Tres días antes de ser ingresado por una neumonía doble, el pontífice ordenó la creación de una nueva comisión encargada de fomentar las donaciones, como parte de su estrategia para contener el creciente déficit fiscal que afrontaba la Santa Sede.
Francisco, quien ejercía no solo como líder espiritual de la Iglesia católica sino como jefe de Estado de la única teocracia de Europa, venía implementando desde 2021 medidas drásticas que generaron resistencias en el alto clero. Recortó el salario de los cardenales en tres ocasiones y, en septiembre de 2024, impuso una política de “déficit cero” que profundizó el malestar entre los purpurados más influyentes.
Los ajustes obedecieron a una realidad crítica: el Vaticano enfrentaba un déficit que podría llegar a los US$87 millones, pese a contar con diversas fuentes de ingresos. Según datos oficiales, el año pasado las inversiones de la Santa Sede arrojaron ganancias por US$48 millones, de los cuales US$35 millones provinieron exclusivamente de sus operaciones inmobiliarias.
La Iglesia gestionaba más de 5.000 propiedades, en su mayoría ubicadas en Italia, con el 92 % concentrado en Roma. A nivel internacional, también administraba inmuebles en ciudades como Londres, París, Ginebra y Lausana.
Tres pilares financieros: donaciones, propiedades e inversiones
El Vaticano contaba con tres pilares fundamentales para su sostenimiento económico:
- Las donaciones de fieles, canalizadas a través del fondo oficial del papa.
- Las inversiones en acciones.
- Las rentas derivadas de sus más de 5.000 propiedades.
Las donaciones se habían mantenido estables durante la última década con un promedio de US$48 millones anuales, aunque con picos sobresalientes como los de 2018 (US$77 millones) y 2019 (US$66 millones). Sin embargo, el golpe más fuerte provino de los efectos de la pandemia sobre los Museos Vaticanos, cuya afluencia de visitantes cayó drásticamente entre 2020 y 2022. Solo en 2023 se evidenció una recuperación significativa con el regreso masivo de turistas.
La estructura financiera de la Santa Sede descansaba en dos organismos principales: el Instituto para las Obras de Religión (IOR), también conocido como el "Banco del Vaticano", y la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA).
Aunque el IOR operaba exclusivamente dentro del territorio vaticano y no funcionaba como un banco tradicional, recientemente había obtenido su código IBAN tras la adhesión del país a la Zona Única de Pagos Europea. Por su parte, la APSA funcionaba como una especie de banco central encargado de gestionar los bienes inmuebles y administrar el fondo soberano de la Santa Sede.
El Año Santo Católico o Jubileo de 2025 se perfilaba como un salvavidas financiero. Antes del fallecimiento del papa Francisco, el Vaticano había proyectado una cifra récord de 32 millones de visitantes. El ingreso al museo, con entradas que cuestan al menos US$24 por persona, prometía aliviar parte del déficit. No obstante, buena parte de estos recursos estaban comprometidos con los costos de operación, nómina y mantenimiento de las exhibiciones.
Con una población estimada en 760 habitantes, el Vaticano es el país más pequeño del mundo, pero administra una de las organizaciones más influyentes a nivel global.