La protagonista

Faltaba muy poco tiempo y Lácides debía entregar su novela al comité de redacción de una importante editorial que aprobaría o rechazaría la publicación. Todo iba bien, pero era indispensable y urgente renovar la protagonista por una angelical y bella mujer; noble, fuerte, muy humana, empática, sensible y romántica. Aparentemente sería fácil para Lácides, pero la verdad era otra…

Inicialmente creyó que sus hermanas, aunque eran mayores y muy bonitas podrían inspirarlo, pero su intento fracasó al recordar que ellas lo encaramaron desde pequeño; le pellizcaban las orejas para que fuera a la tienda por los mandados y lo culpaban de reventar las porcelanas que rompía el gato. Ellas también cuchareaban los postres de la nevera y conspiraban contra el pobre Lácides a quien castigaban con el amargo sabor de lavar los platos.

Descartadas sus hermanas, el poeta pensó en sus queridas primas, pero el personaje quedaba corto por falta del tinte romántico del amor y nada que hacer. ¡A todas las adoraba!, pero ese cuento de que entre primo y primo más me arrimo fue un total fracaso para el escritor.

El personaje de la novela tenía que ser perfecto para su creación y ahora eligió las musas de sus más preciadas amigas y sucedió lo mismo que con las primas y sus hermanas. Aunque eran adorables, unas le criticaban sus amores y las otras eran consentidas y cascarrabias.  ¡Descartadas! ¡Tampoco sería por este lado!

¡Que locura!, decía Lácides… ¡Es increíble! Se sentía frustrado y el tiempo se encogía cada vez más. Tenía mil mujeres que rodeaban su mente y ninguna de ellas le daba la tonalidad que necesitaba para darle color a la protagonista. Pasó la noche frente al computador quemando cigarrillos y filtrando café; empezaba y borraba hasta el amanecer. Su creatividad parecía estar bajo los efectos de la anestesia. Trasnochado se recostó impotente, y de pronto se le ocurrió que alguna de sus exnovias sería el personaje perfecto y por poco atina…

¿Qué carajos me pasa?, pensaba   decepcionado porque su inmovilizada mente lo traicionó, aunque brilló el nombre de una de sus exnovias aún estando casada y su identidad sería fácilmente revelada ante él marido… ¡Nada!  ¡Sería trágico! Por este lado no va el cuento.

¡Eureka!, y, ¿sí tomo lo mejor y lo peor de cada una de mis exnovias? ¡Perfecto! dijo Lácides. ¡Se llamará Ismenia! Entusiasmado de su decisión empezó a dibujar el carácter, genio, temperamento y los rasgos físicos más bonitos de cada una de sus ex en Ismenia.  Se sorprendió al descubrir que al principio eran sus dulces ángeles y con tiempo se convertían en demonios y se dio por bien servido… A trabajar mente, ¡a trabajar! La protagonista empezó a tomar forma.

Con los ojos verdes de Lucía, las pestañas de Rocío, el cabello castaño de Paty, la piel blanca de Estela, la sonrisa de la Angie y las caderas de Ana, Lácides dio las primeras pinceladas, y de la estadística de sus tallas promedió el tamaño de los senos. Mejor dicho… Las porcelanas Capodimonte quedaron en pañales al compararlas con Ismenia. ¡Quedó hermosa!

El consejo editorial concluyó que mejor Ismenia sería la antagonista de la novela y regresó el problema para Lacides, quien aprovechó los encantos de las “buenas amigas” de sus ex, y finalmente la protagonista tuvo identidad.  Los dos personajes brillaron, y la novela se imprimió con rotundo éxito.