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La tierra convertida en poesía

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Resumen

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Por: Jimmy Fortuna*

La nueva obra de la poetisa santandereana Andrea Cote: Fervor de tierra.  Poemas reunidos 2003-2023, de la Editorial Planeta, es un canto a las raíces, en las que el yo poético hace un viaje a la semilla, con el fin de comprender los pasos del presente, pero con la mirada melancólica, crítica y, por momentos, mordaz, de su contexto actual.

Su obra es una conexión con otras voces de la poesía mundial: Wislawa Szymborska, Rosario Castellanos, Rubén Darío, Allen Ginsberg, Federico García Lorca, entre otros, que no solamente aparecen como epígrafes, portales a su universo, sino que también se pueden rastrear en sus versos, imágenes y preocupaciones.

Al respecto, se percibe, a lo largo de toda su producción poética, la presencia de Eduardo Cote Lamus, en especial, en esa remembranza del pasado, que evoca, por momentos, la obra Estoraques, dedicada a la tierra, las civilizaciones anteriores y el tiempo como enigma y aporía. En versos, tales como «[...] el tiempo es un péndulo [...]», «[...] el espíritu / es el hueso que no se puede roer [...]», «[...] la vida que existe en lo que nada más soñamos», «Casi todo era escombros, / árboles enanos, / roca que nació quebrada / como si este fuera / el campo en que arrojaron / la pedriza que sobró después de hacer el mundo», «El polvo / que es el tiempo que tocó los cuerpos [...]», «Verás, / es tu ciudad / que no descansa, / en la que siempre hay algo a punto de venirse abajo», «Es mi ciudad, casa de las cosas / que son bellas / sólo porque están a punto de acabar», que, automáticamente, generan esa conexión con la poesía Europa, de la que tanto bebió Cote Lamus.

En el «universo poético» de la maestra Cote, analizado por Piedad Bonnett, autora del Prólogo, que acompaña esta obra, se afirma que «Lo que nos envuelve es una atmósfera donde la devastación es la constante, y la muerte un futuro inevitable».  Además, en sus poemas también hay espacio para el contexto familiar.  El yo poético se refiere a la infancia, al padre y a la madre, en los que la naturaleza se fusiona y la piedra asume otro sentido, otra configuración y la tierra es también sinónimo de finitud.

Fervor de tierra es ese espejo, en el que el sujeto lírico genera ese diálogo introspectivo para afirmar, con sentido crítico, la visión limitada de la vida, de esa casa vacía, de ese cuerpo sin luz, de ese juego perdido y donde la verticalidad es más que una metáfora, es una realidad, una certeza y un destino, es ese descubrir el sinsentido de la vida, de ir en búsqueda de lo que no se conoce, de lo que poco se tiene certeza: la tierra.

*Catedrático de la Universidad Industrial de Santander

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