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Las claves digitales

Resumen

Desde sogas y maderos hasta contraseñas y biometría, la evolución de la seguridad ha sido significativa. En la era digital, gestionamos múltiples claves, lo que se ha vuelto complejo e inmanejable, pese a que el objetivo es facilitar la vida. #Tecnología

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Leon Sandoval Ferreira
Las claves digitales

Desde la antigüedad cuando surgió el concepto de propiedad privada, esto es, la exclusión de todo aquel que no tuviese la facultad para disponer de la cosa, cualesquiera fuese la naturaleza de ésta, apareció el concepto de seguridad para repeler a quien desconociese el derecho sobre la cosa.

 

Para ello se estableció que alguien del clan vigilara la cosa, o mediante el empleo de puertas con seguros, lo que fueron los primeros pasos en una industria muy pujante. Bien fuere por medios rudimentarios o muy elaborados, la mecánica se colocó al servicio de la seguridad para proteger los bienes que un individuo tiene dentro de su patrimonio.

La industria de la seguridad evolucionó, lo que inicialmente fueron sogas, maderos, sellos lacrados y piedras, fueron sustituidos por elaborados mecanismos como candados, cerraduras, claves, contra claves, cajas fuertes y dispositivos electrónicos de última generación cuyo límite es la imaginación humana.

 

Con la llegada de los medios digitales, las tradicionales cerraduras fueron reemplazadas por códigos alfanuméricos, luego por información biométrica, donde la huella digital, el iris o el rostro terminaron por convertirse en códigos de acceso a   las diferentes plataformas digitales.

 

A finales del siglo pasado se popularizaron las contraseñas alfanuméricas con la aparición de los correos electrónicos de los hoy veteranos Yahoo y Hotmail que exigían una clave de acceso. Lo que se convirtió en una necesidad que se masificó, hoy se requieren claves alfanuméricas para acceder además del correo electrónico, para todo tipo de actividad digital, entre ellos, EPS, pensiones, ARL, productos bancarios y financieros, Instagram, TikTok, Mercado Libre, DIAN, Intranet empresarial, procesos de instituciones educativas de todos los niveles, para cien mil procesos más, cada dispositivo electrónico que facilite un acceso requiere de una contraseña.

 

En otras palabras, una persona adulta promedio puede fácilmente tener más de 15 claves para cada proceso diferente. Como si fuese poco, tampoco hay uniformidad sobre la conformación de las contraseñas, en algunos   eventos   son   cuatro   caracteres, en otros seis u ocho, con sólo números, en otros, combinaciones compuestas por números, letras, caracteres especiales, mayúsculas y minúsculas, aunado al hecho de que cada tres meses deben cambiarse sin que se pueda repetir la que previamente se tenía. Se ha convertido en asunto inmanejable. Maremágnum de claves que no se deben llevar en el bolsillo, pero agotan libretas. Cuando se olvida una clave, llega el dolor de cabeza porque el sistema se bloquea y difícilmente se recupera con facilidad.

 

Debería haber un sistema que facilitara el acceso a las plataformas, así como una clave única para cada individuo como lo es único el número de registro civil o del documento de identidad para otros, y además debería haber un estándar unificado de claves, ya sea cuatro dígitos u ocho, siguiendo las mismas características de composición. Ni hablar de los bancos que para cada servicio exigen una clave diferente que debe ser cambiada periódicamente.

 

Las claves se justifican por seguridad. Sufrido aquel que en el día bloquea y desbloquea hasta mil veces su celular o quien en los laberintos de la memoria las olvida o las confunde, probablemente en el futuro habrá una aplicación digital para recordar claves, que con toda seguridad requerirá también de una contraseña de acceso. 

 

En suma, las contraseñas son el resultado de la descomposición moral; si no hubiera gente que quiere sacar provecho en detrimento de los demás jamás se hubiese requerido de candados y cerraduras, menos de contraseñas digitales. El mundo digital supuestamente está para facilitar la vida humana, resulta paradójico porque al mismo tiempo la complique.

Por favor, no vayan a olvidar la clave para acceder al dispositivo que les permite leer esta columna, gracias.

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por Leon Sandoval Ferreira

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