Resumen
Más de 2,000 libros han sido censurados en EE.UU. desde la llegada de Trump, incluyendo obras de Allende, Woolf y García Márquez. Estos libros, esenciales para cuestionar y entender la humanidad, están desapareciendo de currículos y bibliotecas. Leer es resistir al control sobre el pensamiento.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Por: Maura Samara Suárez
Hace poco me encontré con una noticia que aún me resulta difícil de asimilar: más de 2.000 libros han sido censurados en Estados Unidos desde que Trump llegó al poder. Ya no estarán en los currículos escolares ni en las bibliotecas públicas. Lo que más me impactó fue descubrir que la mitad de mi biblioteca personal está en esa lista. Y ahí fue cuando entendí que no podemos dejar que estos libros desaparezcan sin más. Tenemos que recordarlos, compartirlos y, sobre todo, leerlos.
Uno de los primeros títulos que saltó a mi mente fue La casa de los espíritus de Isabel Allende, mi libro favorito de mi autora favorita. Dicen que está censurado porque habla de violencia política, abuso sexual y tiene elementos de realismo mágico. Sí, todo eso está ahí, pero también es una obra que muestra 100 años de historia, de una familia enfrentando dictaduras, desigualdades y violencia de género. Es una lectura dura, pero imprescindible. Y aunque amo Cien años de soledad, confieso que prefiero la narrativa de Allende, quizás porque es más cercana, más íntima.
Otro libro que me duele ver en la lista es Una habitación propia de Virginia Woolf. Es un ensayo que simplemente dice lo que muchas no nos atrevemos a decir: las mujeres necesitan un espacio propio para pensar, para crear, para ser. Lo han censurado porque promueve el pensamiento libre y la autonomía. Imagínense, en pleno siglo XXI, tener miedo de que las mujeres piensen por sí mismas.
Entre los títulos prohibidos también aparecen las historias de detectives de Arthur Conan Doyle. Tanto Estudio en escarlata como el resto de la saga de Sherlock Holmes han sido censurados por tratar temas religiosos y crímenes atroces. De autores colombianos, Gabriel García Márquez encabeza la lista con obras transcendentales como Cien años de soledad, El general en su laberinto y Del amor y otros demonios. Todas han sido prohibidas por sus críticas políticas, referencias sexuales y contenido religioso. Es doloroso ver cómo libros tan profundamente nuestros, que retratan nuestra cultura y historia, son considerados peligrosos en otros lugares. Es importante también mencionar que cien años de soledad acaba de ser lanzada por Netflix con una serie que cuenta con 16 capítulos, ya está la primera parte en lanzada plataforma.
Y, por supuesto, no podían faltar clásico como 1984y Rebelión en la granja de George Orwell. No sorprende que estén en la lista; cualquier obra que invite a cuestionar el poder suele ser incómoda. Lo mismo pasa con la saga de Juego de Tronos de George R.R. Martin, prohibida por la violencia y las intrigas políticas, aunque para muchos de nosotros es un mundo que nos cautiva y nos hace reflexionar sobre la humanidad misma.
Lo que más me indigna es ver cómo también han censurado libros juveniles que marcaron mi adolescencia: Harry Potter, Los juegos del hambre, Heartstopper, Eleanor & Park, Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo, y muchos más. Historias que me enseñaron sobre amistad, amor, y sí, a veces temas más complejos, pero que fueron un refugio y una guía cuando más lo necesitaba.
No puedo evitar pensar que prohibir estos libros es una forma de tratar de apagar lo que nos hace humanos: la capacidad de cuestionar, de imaginar, de conectar con los demás a través de las palabras. Y me duele pensar en las generaciones que podrían crecer sin estas historias.
Leer no es solo un acto de ocio. Como dijo el escritor colombiano Mario Mendoza “Leer es resistir”. Es decirle al mundo que no vamos a olvidar, que no vamos a aceptar que nos digan qué pensar o qué sentir.
Así que, si me estás leyendo, te invito a que busques esos libros, que los compartas, que los hagas tuyos. Leer es la mejor forma de mantenernos despiertos en un país que muchas veces parece un capítulo más de realismo mágico.