Resumen
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Por: Maura Samara Suárez
Hace poco recomendé el libro Kim Ji-young, nacida en 1982, de la autora surcoreana Cho Nam-joo. Este libro impactó mi visión sobre el rol de la mujer, narrando la vida de una mujer común a lo largo de sus distintas etapas hasta su papel como madre. Podría decir tantas cosas sobre esta obra, pero me centraré en cómo expone el machismo cultural de una sociedad que la marca profundamente. “¿No puedes dejar de decir que me vas a ayudar? Me hablas de ayudar en las tareas de la casa, en el cuidado de la niña e incluso en mi posible nuevo trabajo. Pero, ¿esta no es también tu casa? La niña, ¿acaso no es también tu hija? Y si trabajo, ¿gasto yo sola el dinero que gano? ¿Por qué hablas como si me estuvieras haciendo un favor?”
Este libro impulsó el movimiento “4B” en Corea, donde mujeres decidieron no casarse, no tener hijos, no salir con hombres y no mantener relaciones sexuales. Este movimiento surge como respuesta a una sociedad donde el machismo está en niveles alarmantes, una realidad que la autora expone con crudeza. En Corea, la violencia sexual está tristemente normalizada. Aunque la violación ha sido penalizada, surgió un fenómeno en el que algunos hombres comenzaron a atacar a mujeres extranjeras, quienes, al intentar denunciar, no encuentran apoyo ni respuesta en la policía. Esta falta de protección evidencia cómo los prejuicios y el machismo en Corea dejan a las mujeres en una posición vulnerable.
El movimiento “4B” también ha encontrado eco en otros lugares, especialmente en Estados Unidos, donde subculturas misóginas han ganado terreno entre jóvenes de 12 a 18 años, como el movimiento “incel” (abreviatura de “celibato involuntario”). Esta subcultura, impulsada por internet, ha crecido en Latinoamérica, influenciada por figuras como “El Temach”. Está formada por hombres que sienten que tienen derecho sobre las mujeres solo por ser hombres. Los “incels” desprecian a las mujeres y encuentran en figuras políticas como Donald Trump un símbolo de sus ideas.
Recientemente, el comentarista y streamer Nick Joseph Fuentes declaró: “Los hombres ganamos, nunca habrá una mujer presidenta. (…) El techo de cristal del que tanto hablan no es de cristal, sino de ladrillos que nunca se romperán”. Las mujeres desde Canadá, con el Ministerio de Familia de Manitoba, hasta parlamentos en Finlandia, Francia, Bélgica y Noruega, se unieron en solidaridad con las mujeres de Estados Unidos a través de videos, recordándoles que no están solas. Este contexto hace aún más necesario recordar qué son los techos de cristal.
Los techos de cristal son barreras invisibles que limitan el acceso de las mujeres a posiciones de poder y liderazgo, impidiéndoles alcanzar ciertos cargos a pesar de estar plenamente calificadas. Estos obstáculos no siempre son evidentes, pero se manifiestan en una falta de oportunidades y en un entorno que desfavorece su progreso.
Un ejemplo claro de este fenómeno es el concejo de Bucaramanga, donde, aunque la mitad de la población son mujeres, solo una ocupa un puesto en el concejo, y la ciudad nunca ha tenido una alcaldesa. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿acaso no hay mujeres preparadas para esos cargos? ¿O existen barreras invisibles que dificultan su acceso a estas posiciones de liderazgo? Quizás estamos ante un techo de cristal que limita nuestro avance.
Estos comentarios y realidades son preocupantes. Como dijo la poeta india Rupi Kaur: “Trae los martillos y los puños, tenemos un muro de cristal que romper”. Yo añadiría, aunque el muro esté hecho de ladrillos, lo romperemos.