Resumen
Marco Tulio Pedraza Vargas murió tras una explosión en una mina de carbón ilegal en Landázuri, Colombia. El accidente, provocado por gas metano, también hirió a dos compañeros. Esta tragedia resalta los peligros de la minería ilegal, que opera sin permisos y continúa generando víctimas en la región.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Marco Tulio Pedraza Vargas, de 62 años, dejó una vida de esfuerzo y dedicación cuando, el 11 de octubre de 2024, una explosión en una mina de carbón en la vereda San Fernando, zona rural de Landázuri, lo alcanzó de manera fatal. Durante siete días, luchó por sobrevivir en el Hospital Universitario de Santander (HUS), adonde había sido trasladado de urgencia debido a las quemaduras de segundo y tercer grado que cubrían su cuerpo. Su batalla terminó el 18 de octubre, rodeado de la angustia de sus seres queridos.
El accidente ocurrió a las 9 de la mañana en un oscuro socavón donde Pedraza trabajaba, junto con otros dos hombres, Carlos Julio Anzola Ramírez y Yohn Freddy Anzola Ramírez, quienes también resultaron gravemente heridos. En medio del trabajo minero, una chispa provocó una explosión al entrar en contacto con el gas metano acumulado en el lugar. El fuego se extendió rápidamente, cubriendo a los trabajadores que, en medio de su dolor, suplicaban ayuda. Fue la comunidad local la primera en acudir a sus llamados, logrando trasladar a los heridos antes de que las autoridades y los socorristas llegaran al lugar.
La historia de esta tragedia es, lamentablemente, una más en la lista de los accidentes vinculados a la minería ilegal en la región. Las minas clandestinas proliferan en los alrededores de Los Planes, a pesar de los cierres administrativos y las advertencias de las autoridades.
Las autoridades confirmaron que la mina donde ocurrió la explosión no contaba con los permisos adecuados, sumándose a la lista de operaciones ilegales que persisten en la región. Aunque funcionarios de la Agencia Nacional de Minería (ANM) acudieron al lugar para investigar, no encontraron a ningún trabajador, solo vestigios de la tragedia y ropa dispersa que habían dejado atrás en su apresurada huida. Los responsables de estas operaciones suelen escabullirse, dejando a su paso dolor y desolación.
Marco Tulio, oriundo de Bucarasica, en Norte de Santander, había llegado a Landázuri buscando oportunidades para mejorar la calidad de vida de su familia. Residente del barrio San Fernando del Rodeo en Cúcuta, su vida se apagó debido a un oficio que, aunque peligroso, representa la única fuente de sustento para muchas familias en estas zonas rurales de Colombia. Ahora, su familia enfrenta el dolor de su partida mientras la ilegalidad y el peligro de estas minas continúan acechando a otros que, como Marco, no tienen otra opción.
Las heridas de este tipo de tragedias no son solo físicas; el trauma y las secuelas persisten, tanto en los sobrevivientes como en las comunidades que ven cómo, una y otra vez, la minería ilegal cobra vidas sin que haya consecuencias para quienes están detrás de estas operaciones.