Pluma ajena y pollo robado
Resumen
Dos casos recientes resaltan la importancia de proteger los derechos de autor y la propiedad intelectual. En uno, una historiadora denuncia la alteración de su obra sin autorización, en otro, una marca enfrenta una suplantación en Europa. Proteger lo que creamos es crucial.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Esta semana dos noticias en materia de propiedad intelectual fueron tendencia, aunque no soy experta en el tema quiero ahondarlas un poco. ¿Qué significa esto? Cuando una persona crea una obra tiene el derecho a que se le reconozca como autor (eso se llama derecho moral) y a decidir cómo se usa y si recibe dinero por ello (eso se llama derecho patrimonial). Esto se aplica también a marcas registradas: nombres, logotipos y eslóganes son protegidos bajo otra rama: la propiedad industrial.
El primer caso es sobre el último libro de la famosa “historiadora” Diana Uribe, María Emilia Gouffray, politóloga e historiadora, denunció públicamente a Diana Uribe y a la editorial Penguin Random House por presunta violación de sus derechos de autor en la obra Mujeres a través de la historia. Aunque su nombre sí aparece como coautora en la portada, Gouffray sostiene que redactó el 90% del contenido del libro y que su trabajo fue posteriormente transformado sin su aprobación.
Afirma que entregó seis de los siete capítulos iniciales, aproximadamente 229 páginas de Word, y que incluso se habían hecho acuerdos verbales para presentaciones conjuntas y visibilidad equitativa. Sin embargo, una vez publicado, señala que fue excluida de los lanzamientos y que su manuscrito fue alterado de manera inconsulta. El punto central ya no es la visibilidad en la portada, sino los derechos morales que tiene todo autor, derecho a la integridad, la paternidad y la modificación de la obra. Si Gouffray es coautora, cualquier cambio sustancial debió contar con su aprobación.
El segundo caso es Frisby abre en España, esta noticia salió a la luz por una red social de una empresa que apareció usando no solo el nombre "Frisby", sino el logo, los colores, el muñeco y hasta la misma tipografía de la cadena original pereirana, creada en 1977. La empresa española afirma tener la marca registrada legalmente en la Unión Europea, y se promueve como si fuera la misma compañía.
Frisby Colombia negó tener relación alguna y denunció una suplantación. Los abogados expertos explicaron que esto ocurre cuando marcas no registradas en ciertas regiones son tomadas por terceros que aprovechan los vacíos legales para explotarlas, esto se llama piratería marcaria. En la práctica, si una marca no está registrada en Europa, otro puede inscribirse como titular. La legislación europea permite oponerse, pero se requiere tiempo, abogados y dinero, y si fuera una marca pequeña no podría con el gasto que esto implica. Lo más gracioso es que Frisby sí tiene la marca registrada en la Unión Europea, esta empresa pirata pidió una solicitud de nulidad al registro que tiene Frisby alegando que como ellos no tenían la intención de abrir en España deberían dársela a alguien que sí la quiera utilizar.
A primera vista, estos casos pueden parecer simples chismes del mundo editorial y empresarial. Pero en el fondo nos enfrentan a una verdad, si no protegemos lo que creamos, alguien más lo hará... a su favor. Hoy fueron una historiadora y una marca de pollo frito, mañana puede ser cualquiera de nosotros. En los tiempos de la inteligencia artificial, donde las ideas circulan, se copian y se modifican a una velocidad vertiginosa, lo más inteligente es blindar lo que hacemos. Conocer sobre derechos de autor y propiedad intelectual ya no es un lujo para artistas o empresarios; es una necesidad para cualquiera que cree, escriba, diseñe, produzca o emprenda.