Sin confesión
Resumen
Mi estado de WhatsApp sobre obrar de mala fe desató una controversia entre amigos. Reflexionamos sobre la incoherencia de repetir pecados y la falta de un guía espiritual. Al final, acogimos la redención y encontramos que, aunque pecadores, teníamos un poco de razón.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Por fortuna, la Semana Santa me permitió reflexionar un poquito (para no excederme en adulaciones), y aparentemente se produjo un error involuntario en mi estado de WhatsApp, según la sana crítica de amigos muy cercanos. Dos de ellos, mis buenos amigos, uno es noble pecador y el otro con extrema experiencia en lo mismo, pero se considera “moralmente” impedido para aceptarlo.
Decía mi estado: “Silencio… Si te preparas en Semana Santa para continuar obrando de mala fe, evita implorarle alientos al Señor. ¡Simplemente es coherencia!” ¡Vaya lío en el que estaba!
Por supuesto que visitar al Santísimo con verdadera fe tiene un significado absolutamente claro, y puedo suponer que asistimos con la intención de renovarnos, reflexionar y dejar atrás nuestros actos de mala fe en los que “usualmente” resbalamos con plena conciencia. Pero ¿repetir lo mismo y con los mismos? ¡Sinvergüenzas! ¡Por Dios!
Esto no lo convierte en santo respondió uno de mis amigos que cuida más la camándula y los santos de su casa que sus propios actos. Tampoco me excluye del pecado, respondí. Insistió: usted es un frecuente pecador e intenta lavarse las manos con frases “sarcásticas” pero eso no lo salva. ¡Por Dios!, pensé… ¿Se sintió aludido?
Segundos después otro de mis amigos se reportó sin pelos en la lengua y me dijo démonos pasito, me recordó la sarta de pecados que cometimos “en concierto”. Efectivamente, la frase de mi estado generó una controversia fuera de mis pretensiones. ¡Sí!, acepté… ¡estaba en líos!
Después de rebobinar la “sarta de mis pecados”, pregunté a la honorable terna del Comité De Pecadores sobre nuestro derecho a prosperar en coherencia con los reveses de la vida y de la incoherencia de la que fuimos fieles seguidores sin proponernos. ¡Por supuesto! ¡Buen comienzo! Pecar o errar es de humanos, pero insistir en lo mismo sin aceptarlo cambia las “reglas de juego”. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, pero ¿mostrarnos ante los demás como santos para encubrirse? Mi estado de WhatsApp se convirtió en una tormenta de respuestas porque pecar es un acto individual que cada uno elige hacerlo a su manera, consiente o no, pero insistían que yo no podía “exigir” semejante reflexión.
Se armó la pelotera entre mis dos críticos y yo. Aunque la reflexión no intentaba salpicar a nadie, los tres pecadores intentábamos reflexionar de una forma muy rudimentaria por nuestra inexperiencia en temas de redención, ni apareció un guía espiritual moralmente calificado que arbitrara el pecado de nuestras diferencias.
Finalmente, como principio, la terna de reflexión que surgió de pecadores contra el pecado olvidó los señalamientos. Es verdad que habíamos planeado nuestros pecados con éxito y todo se veía bien, so pena de que nuestro “concierto para pecar” estaba lejos de causar daño a inocentes, aunque lamentablemente una que otra vez hubo lastimados. ¡Qué lástima!
Después de superar el desacuerdo nos acogimos a la redención, y amnistiados, acordamos que teníamos trocitos de razón. Si pecamos, ojalá con menor frecuencia, pero sin rogarle al Señor valor para pecar en lo mismo.