Sin salir de pobres

Por: Socorro Rodríguez

Acabar con la pobreza sigue siendo uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos hoy. Las consecuencias de la pandemia y el resto de factores socio-económicos que se han agravado los últimos años hacen todavía más difícil la lucha contra la penuria. Sin embargo, nadie ha salido de pobre a punta de subsidios. Estas contribuciones son soluciones temporales que se han vuelto discursos de campañas políticas y promesas de candidatos que alimentan la esperanza de un pueblo hambriento y cansado de ofrendas. La izquierda es experta en el tema. Le encantan las disertaciones de clases, y se jactan de ofrecer limosnas disfrazadas que van en contra de la dignidad humana y el deseo de superación.

De pequeña escuchaba el proverbio chino de Confucio que decía: “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día; enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”. Una definición sobre cómo afrontar la existencia con dignidad. Su significado amplio representa una defensa de la educación como herramienta contra la pobreza frente a la ayuda asistencialista. Educar es abrir puertas y oportunidades, pero también es darles a las personas la posibilidad de opinar sobre lo que está bien y lo que está mal.

Quizá ese conocimiento no es conveniente para aquellos que pretenden perpetuarse en el poder. Es más fácil manejar un pueblo al que le ofreces dinero para su alimento, así eso implique acostumbrarse a vivir de un Estado corrupto que paga minucias al pobre y lo pone a hacer filas para obtener la salud, la comida y enseñanza.

Lo triste del discurso de clases que convoca al “pueblo” a votar en contra de la oligarquía y le echa la culpa de su pobreza al “establecimiento” es que funcionó en países como Venezuela y ahora en Colombia. Logran los votos que los llevan al poderío hablando de democracia y ofreciendo acabar con la desigualdad, aumentar subsidios y acabar con la escasez. Los líderes gritones adoran las plazas públicas en las que mienten, atacan a la prensa que los cuestiona y usan estos espacios para amenazar a todo aquel que piense diferente. Llegan al poder disfrazados de demócratas y se convierten en dictadores. Todo esto es un patrón que llega repitiéndose y que nos ha convertido en víctimas de la izquierda. Mientras, el pueblo sigue hambriento y llenando formularios para obtener subsidios.

Es preocupante cómo esta tendencia asistencialista manipula presentando al opositor como “despiadado” y no como alguien que prefiere generar oportunidades y garantizar el progreso. No intentan crear empleo o empresa..., se trata de aumentar los subsidios para mantener al pobre atado a la pobreza y regalando su voto a cambio de unos pocos pesos. Intranquiliza que ya se esbozan los candidatos presidenciales, quienes deberán luchar contra esta estrategia socialista que obliga a la población a ser dependiente del Gobierno.