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Todos somos víctimas, ¿Qué hacemos?

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Resumen

El artículo destaca la tendencia a etiquetar injustamente a las personas, lo que puede ser ofensivo y perjudicial. Aboga por la empatía y la resiliencia, enfatizando la importancia de la actitud positiva para superar la victimización y fomentar el respeto y la colaboración entre individuos.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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Por: Jaime Leal Afanador

Generalmente, y sin decirlo de forma explícita, las personas tendemos a polarizar y a poner extremos a la hora de valorar o describir a los demás según sus diversas condiciones, cuerpos, actitudes o situaciones: No es extraño oír que a otros les llamamos afortunados o sufridos, felices o tristes, saludables o enfermos, miedosos o corajudos, gordos o flacos, violentos o pacíficos, y triunfadores o fracasados, entre otras muchas descripciones.

Paradójicamente, sin considerar que estas peligrosas señalizaciones pueden ser injustas, incomprendidas, prejuiciosas, irrespetuosas y hasta ofensivas, también somos objeto de estas estigmatizaciones o burlas, bien de quienes son cercanos o de quienes nos ven o nos tratan por primera vez… y solo cuando nos sentimos indebidamente calificados es que caemos en cuenta de lo incómoda e insana de la situación, y aprendemos a ponernos en los zapatos del otro para comprenderlos y no hablar desaforadamente y sin compasión.

En últimas, más allá de nuestra fortuna, felicidad, familia, salud y éxitos, todos somos humanos, lo que significa que, por naturaleza, somos imperfectos, vulnerables y con debilidades. Esto significa que todos, en algún momento, o incluso permanentemente, afrontamos situaciones -privadas o públicas- que nos afectan: Una enfermedad, una vergüenza, ser objeto de burlas, pasar a ser desempleado, ser violentado, perder a un ser querido, sufrir de violencia psicológica o sexual, ser robado, ser descalificado o excluido y, en fin, enfrentar múltiples situaciones que nos hacen más vulnerables y nos llevan a sentirnos víctimas, preguntándonos, muchas veces sin explicación, “¿por qué yo?”.

Pero, como todo en la vida, siempre nuestra situación de indefensión nunca será lo suficientemente grave para ser la peor de todas, o lo suficientemente leve para olvidarlas inmediatamente. El dolor y la incomodidad propia es igual de importante para todos, y toda situación que nos haga sentir víctima es igual de respetable.

Ser víctimas -en vez de victimarios- nos debe volver solidarios, sensibles, respetuosos y tolerantes; comprender que el dolor del otro puede replicarse en mí, incluso con más intensidad; reconocer que hasta las situaciones que me pueden atormentar pueden ser más llevaderas que las de los demás; y que la capacidad de resiliencia y superación de los otros deben servirnos de inspiración para superar nuestras desgracias.

¿Podemos dejar de ser víctimas y seguir adelante? No es fácil, pero sí es posible. Para una víctima de abuso será muy difícil superarse, pero la vida demuestra que sí se puede; así como también quien se frustra por su estado físico, también puede hacerlo. Si bien las circunstancias no se pueden devolver en el tiempo (como no haber participado de un conflicto, no haber iniciado un vicio, o no haber participar en una actividad de la que salió perjudicado…) la única alternativa humana radica en la actitud frente al día a día y al futuro.

El respeto, la colaboración, la autoestima y la actitud son caminos esenciales para superar nuestra propia victimización y no descalificar a los demás. Algunos adicionan a esta lista la fe, como un llamado divino para reconocer que somos seres creados y que la existencia nos pone unos retos inexplicables que debemos superar para alcanzar nuestra plenitud.

Más allá de las creencias individuales, la actitud es esencial para disfrutar la vida, superar los propios dolores y compartir humanamente con los demás. Al fin y al cabo, una palabra de agradecimiento, reconocimiento y hasta de buen humor son más reparadoras y esperanzadoras que cualquier crítica.

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