Último vuelo
Resumen
Un emotivo relato de amor y despedida en San Andrés, donde un ángel rescató vidas y dejó un eco imborrable. El vuelo final y un adiós inconcluso bajo el cielo isleño sellaron un recuerdo imborrable. Una conexión celestial que desafía el tiempo y la distancia.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Por: Claudio Valdivieso
Hola bonita. Quisiera verte de nuevo, después de tanto tiempo, como si fuese mi primer encuentro con el alucinante color de tu mirada. Ese día, soleado, después de nuestro único adiós, abordaste el vuelo de San Andrés con destino a mi ausencia, partiste al cielo y nuestro abrazo quedó inconcluso. Ese instante fue mi partida para extrañarte y recordar el eco de tus palabras; imaginar tus trenzas en mis manos y ensordecerme con las carcajadas que reventabas por mis torpezas.
¡Es extraño!, pero aún no termina de escribirse la historia que iniciamos gracias a la pericia de tus alas. Recuerdo el confuso adiós del que me hablaste, de la intriga de tu misión en la isla bordeada por el reflejo de tus ojos y la coreografía de la arena al ritmo del calipso y el reggae sobre tu piel. El sol se distraía en tu espalda dibujando la sombra de mi abrazo. ¿Lo olvidaste?
Extraño el café, la ternura de tus bromas, y las olas que rompimos en la playa descalzos convencidos de ser los precursores de ese pequeño planeta que flotaba en medio del océano.
¿Recuerdas mis tonterías y mi torpeza de trenzar tu cabello con el chicle? ¡Por Dios! Gracias a nuestro amigo el barbero, después del clic de las tijeras tu trenza cayó en mi mano, y más tarde, finalmente, quedó en mi equipaje de felicidad. Tus ojos estallaron sorprendidos ante la justa sentencia del juez barbero que la soltó a mi favor sin concederte apelación. Ese día llovió la tarde y con tu trenza de pincel dibujé mil gaviotas en tu frente. ¡Tus alas descansaron!
Aun me cuenta doña Carmela, la señora que me surtía las frutas de consentir con mis manos tu piel, que la brisa costera también te extraña. Dice que solo bajaste una vez del cielo y te convertiste en el heroico recuerdo de San Andrés. Ahora, en la isla, los rayos, truenos y relámpagos han enmudecido sin anunciar tu regreso a rescatar la isla de tu ausencia.
¡Por Dios! ¡jamás pensé que los ángeles de San Andrés piloteaban helicópteros! Debe ser incómodo ajustar el cinturón sin lastimar las plumas de sus alas. ¿Del mar al cielo? Emerger del mar y subir a las nubes en helicóptero para renacer en el estruendoso ruido de la turbina y el viento verte es mi historia, y por supuesto, ¡tu hazaña!
Tú, mi ángel sanandresano, rescataste mi vida en el naufragio de mi barca a la deriva y mis ojos despertaron de mi muerte durante el ascenso al cielo. ¡Tu maniobra fue brillante! Una semana después de nuestra historia, partiste rumbo al cielo mientras el mío se fragmentó en dos al conocerte y despedirte por tu exigente agenda de ángel que requería tu regreso a las nubes. Solo, sin tus alas, quedé aquí, en el infierno de tu ausencia.
Si es necesario morir y antes de hacerlo puedo verte de nuevo, para ver desde lo alto el mar de San Andrés, entonces, regresa… es hora de zarpar.