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De la inseguridad y otros demonios

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Resumen

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Por : Juan Manuel Álvarez Cruz

La construcción de Colombia como república ha tenido una historia de violencia que marca hasta nuestros días, siendo la paz y la seguridad un anhelo que obsesiona y ha servido como base electoral de presidentes y mandatarios locales que durante años han reconocido esa necesidad y la han convertido en un discurso de campaña ganador, máxime en estos momentos donde la crisis de inseguridad ha traspasado lo nacional, un flagelo que consume a Latinoamérica desde Chile hasta México, como bien lo narra el periodista Francesco Manetto en publicación del 18 de abril de 2023 en El País de España. Si bien la seguridad como discurso y plan de gobierno seduce, se puede convertir en un arma de doble filo en el evento que no se logren los resultados esperados en el corto tiempo y termina siendo un demonio que acompañará a quien llegue al poder en su nombre, a pesar que, lograr que paren los robos, asesinatos y cualquier acto delictivo es un proceso que toma tiempo; es enfrentar problemáticas como el crimen organizado, tejido social roto, crisis económica y crecimiento exacerbado de ciudades que no cuentan con la capacidad de recibir la cantidad de personas que han llegado en los últimos años, generando más pobreza y desigualdad.

A pesar de la llegada de nuevos alcaldes y gobernadores, las dinámicas sociales y los problemas estructurales de las ciudades continúan, mágicamente el delito no va a desaparecer, y con el paso de los días, propuestas como el aumento del pie de fuerza, militarización, prohibición de parrillero y endurecimiento normativo tomaran carrera ante el lógico aumento de los casos de inseguridad que serán registrados en redes sociales, obligando a los mandatarios de turno a tomar medidas desesperadas, rápidas y populares que impiden iniciar procesos sostenibles e integrales de seguridad y convivencia vinculando aspectos como el humano con educación, salud y programas sociales; la gobernanza y el mejoramiento de procesos en toma de decisiones; el económico, creando un ambiente propicio para inversionistas y creación de empresas que generen empleos de calidad; ambiental con una movilidad digna, incluyente y no contaminante, y la construcción de un proyecto de ciudad que ofrezca calidad de vida a sus habitantes apuntando a la prevención en si del delito y la disminución de la percepción de temor en la ciudadanía.

Salvo posición en contrario, considero que es imposible atacar el delito ubicando un policía en cada parque o esquina de cuadra, razón por la cual, es vital priorizar el papel de la prevención sobre la corrección, siendo un factor fundamental para tener en cuenta el urbanismo como ese conjunto de políticas, estrategias, normas y acciones para orientar y administrar el desarrollo del territorio y la utilización del suelo, que aunque poco se relaciona con la seguridad, juega un papel importante en el día a día de todos. Hablar del diseño urbano y su administración como elementos para atacar el delito no es algo nuevo, figuras como Jane Jacobs que identificaba las causas de la violencia en la vida cotidiana, observando factores de abandono o calidad de vida; Oscar Newman, arquitecto que asociaba el diseño urbano con la criminalidad; Wilson y Kelling con su teoría de las ventanas rotas, relación entre criminalidad y el abandono del espacio público; Felson y Clarke quienes frente al delito de oportunidad manifiestan,  “(…) es el producto de una interacción entre la persona y el entorno físico. Estudiando los escenarios del delito podemos comprender los actos delictivos de un modo más completo”, nos demuestra que, es posible desde la construcción de ciudad aportar en la prevención del delito, generando mayor seguridad.

En ese orden de ideas, para lograr que la gente se sienta más segura en parques y calles de nuestras ciudades, se han planteado diversos metodos a nivel mundial, siendo el más conocido el de Prevención de la Delincuencia Mediante el Urbanismo (CPTED, por sus siglas en inglés), con un alto nivel de efectividad que incluye la vigilancia natural bajo el principio de “ver y ser visto”, evitando lugares oscuros en el espacio público para el control de la comunidad; el control de accesos a determinados espacios que impidan la huida de los delincuentes; el mantenimiento del espacio público bajo el principio que el deterioro del mismo aumenta exponencialmente los niveles de delincuencia; el refuerzo territorial que se refiere al afecto que establece el habitante con su hábitat inmediato y por último, la participación comunitaria como elemento primordial, creando vínculos entre la comunidad y el cuidado de su entorno, lo cual se ha perdido con la privatización de espacios comunitarios, el exceso de individualismo y el aumento de las construcciones de edificios y muros, en detrimento de los antiguos barrios donde se creaba mayor cohesión social.

Exorcizar la ciudad del demonio de la inseguridad puede catapultar a un mandatario al estrellato y su fracaso sumergirlo en los más profundo del infierno político, razón por la cual, el llamado es a explorar diversas estrategias para combatir el delito que no se basen exclusivamente en el uso de la fuerza pública, teniendo en la planeación y el urbanismo los mejores aliados para enfrentar un problema que tiene presos del miedo a bumangueses, piedecuestanos y en general, a cualquier ciudadano colombiano.

Así las cosas, como medidas para iniciar el año en paralelo con la construcción de un buen Plan de Desarrollo, empezar por recoger la basura de la calle, embellecer los parques, mantener el ornato, hacer caracterizaciones y proyectos pilotos en barrios para la coadministración del espacio público con la comunidad con marcos jurídicos robustos y modernos, revisar los manuales de espacio público para organizar la informalidad, asegurar el funcionamiento correcto del alumbrado público, identificar accesos a los barrios y construir confianza con la ciudadanía como estrategias que le van a ser muy útiles y más económicas para aumentar la calidad de vida de sus ciudadanos disminuyendo la percepción de miedo ante tanto hecho delincuencial que se ve a diario.

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