Resumen
La liquidación de Metrolínea, el sistema de transporte masivo de Bucaramanga, evidencia la falta de planificación y visión a largo plazo, dejando a miles de ciudadanos sin un transporte eficiente. Es urgente diseñar un nuevo sistema viable y sostenible con participación ciudadana.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)La liquidación de Metrolínea, el sistema de transporte masivo de Bucaramanga, marca un hito negativo en la historia de la movilidad de la ciudad porque nació en medio de un naufragio anunciado y ahora se ordena acabar con el ente gestor en medio de una millonaria pérdida.
La decisión, aunque difícil, refleja la incapacidad de un proyecto que prometía modernizar el transporte público y se convirtió en una carga financiera insostenible.
El regreso al transporte convencional, con sus inevitables congestiones y deterioro del espacio público, es un retroceso que pone en evidencia la falta de planificación y visión a largo plazo.
Las estaciones abandonadas, los buses obsoletos y las deudas impagables, hasta ahora, son un testimonio del fracaso de un sistema de transporte que se gestó desde la ambición y no desde el servicio.
Más allá de las cifras y los debates técnicos, lo que está en juego es la calidad de vida de los ciudadanos. La movilidad es un derecho fundamental, y la liquidación de esta entidad, deja a miles de usuarios a la deriva, sin un sistema de transporte eficiente y digno.
La responsabilidad de esta crisis no recae únicamente en el ente gestor. Las administraciones municipales, el Gobierno nacional y los operadores privados también tienen su cuota de culpa.
La falta de coordinación, la corrupción y la incapacidad de encontrar soluciones sostenibles han llevado a este desenlace y se hace urgente que las autoridades locales y nacionales colaboren para poder, de manera conjunta, diseñar un nuevo sistema de transporte que sea viable, eficiente y sostenible. Se requiere una visión a largo plazo, una inversión adecuada y una participación ciudadana efectiva.
Este reto requiere voluntad política, inversiones serias y la participación activa de los ciudadanos. Pero, sobre todo, exige una visión clara de largo plazo que trascienda los intereses particulares y las administraciones de turno.
Es indudable que el fracaso de Metrolínea es una oportunidad para aprender de los errores del pasado y construir un sistema que ponga a Bucaramanga como ejemplo nacional, sin embargo, es fundamental que se tomen medidas concretas y urgentes para evitar que la ciudad quede sumida en el caos y la parálisis.
Hoy, Bucaramanga enfrenta un punto de inflexión. Permitir que la ciudad se hunda en el caos y la parálisis sería una traición a sus habitantes. Es necesario un replanteamiento completo que conlleve a un nuevo sistema que no sólo sea financieramente viable, sino que también priorice la sostenibilidad, la inclusión y la eficiencia.
De todos es conocido que la movilidad es un derecho, no un privilegio y llegó la hora para que las autoridades pongan a los ciudadanos en el centro de sus decisiones y garanticen un sistema de transporte digno, concebido para servir y no para que se lucren unos pocos.