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Y Petro tan orondo

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Resumen

El artículo trata sobre un escándalo de corrupción en la UNGRD, donde se redirigieron contratos por miles de millones para sobornar congresistas y asegurar la aprobación de proyectos gubernamentales. La Fiscalía investiga pero no actúa contra altos funcionarios implicados.

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Por: Rafael Nieto Loaiza

En el proceso de corrupción en la UNGRD, se realizaron audiencias en las que participaron Sandra Ortiz, exconsejera presidencial, y María Alejandra Benavides, exasesora del MinHacienda.

Durante la imputación a Ortiz, la Fiscalía sostuvo que, además de los testimonios de López y Pinilla, cabezas de la UNGRD, hay otras pruebas que demuestran que Ortiz participó tanto en la entrega de miles de millones de pesos a Iván Name y a Andrés Calle, entonces presidentes del Senado y de la Cámara, como en el direccionamiento de contratos por $60.000 millones a favor de ambos. Las órdenes provenían de Carlos Ramón Gonzáles, que era el Director Administrativo de la Presidencia.

Benavides sostuvo que a ella le constaba que el gobierno había direccionado contratos por $92.000 millones para favorecer a cinco congresistas de la Comisión de Crédito Público, y a Wadith Manzur, también presidente de la Comisión de Acusaciones, con la finalidad de que le aprobaran unos créditos al Gobierno. Todo con conocimiento del ministro Bonilla y de Velasco, entonces MinInterior.

Concuerda con el testimonio de López: “Varios altos funcionarios del Gobierno, entre ellos ministros, reunidos, tomaron la decisión de que votos de congresistas se conseguían a cambio de contratos y beneficios dirigidos para conseguir, o leyes, o cambios en ellas”.

También está probado que Bonilla adicionó $1,4 billones al presupuesto de la UNGRD un mes antes de las elecciones regionales de 2023 y en diciembre de ese año.

No hay duda de que hubo una operación sistemática de saqueo de la UNGRD; de que también sobornaron congresistas con efectivo y con contratos; de que el propósito de los sobornos era que, a cambio, los congresistas votaran positivamente los proyectos de interés del Gobierno en el Legislativo; de que para la operación se trasladaron billonarios recursos a la UNGRD; de que la operación de pillaje y de compra de congresistas se diseñó, ordenó y se puso en marcha desde la Casa de Nariño; y de que en ella participaron desde el director del DAPRE hasta los más importantes ministros del gabinete.

La Fiscalía avanza contra los eslabones débiles, como Ortiz, Benavides, López y Pinilla, pero nada ha hecho contra los ministros, exministros y altos funcionarios, como González y Bonilla.

La renuncia de Bonilla es un imperativo ético y político. Es indispensable determinar el papel de otros ministros salpicados, como el de Salud o la de Trabajo. Y, como es evidente que Petro no renunciará, aunque debería, hay que avanzar en el juicio político contra él. Toda la operación de corrupción fue para favorecerlo. El complot criminal tiene a Petro como único beneficiario. Y no es creíble que no solo no supiera lo que hacían sus excompañeros del M19 y sus más cercanos e importantes ministros, sino que no fuera él mismo quien lo ordenara.

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