Bienvenidos a la campaña presidencial
Resumen
Las elecciones presidenciales destacan las divisiones y nuevas estrategias en la política colombiana. La maquinaria electoral avanza con candidatos buscando relevancia, mientras políticos alternativos enfrentan desafíos de coherencia e imagen en un entorno saturado.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Las elecciones presidenciales comenzaron hace meses, aunque pocos parecen darse cuenta de que con ellas se mueve también toda la maquinaria del Congreso. Por eso ya es común ver candidatos santandereanos en plena gira de municipios, ajustando estructuras, cerrando acuerdos y, en definitiva, preparando una campaña regional que en esta ocasión será especialmente dura.
La política “alternativa” en Santander podría sufrir un golpe mortal tras la implosión del Partido Verde. Los escándalos de dirigentes como Carlos Ramón González, la incoherencia de quienes se inmolaron por Petro para luego desconocerlo, y la absoluta inutilidad política de personajes con frustraciones de pastor como JP Hernández, —incapaz de pasar de videos programados a soluciones reales, y ahora acorralado por no probar sus denuncias contra Roy Barreras—, han desgastado cualquier esperanza de renovación que se hubiese podido construir.
Lo irónico es que mientras estos personajes siguen ahogándose en las repeticiones de sus fórmulas, políticos como Daniel Carvalho, con menos ruido y más trabajo, logran triunfos palpables como la Ley contra el ruido y la Ley de ciudades verdes. Una clara lección de que el verdadero cambio no está en gritar más fuerte, sino en legislar con inteligencia. Y mientras este caos encuentra su propia forma, la política tradicional está recuperando terreno con figuras nuevas, impulsadas por plataformas como el Nuevo Liberalismo, que se presenta como la vía más efectiva hacia un congreso renovado.
Pero este renacer también trae intrigas presidenciales peligrosas. Ejemplo de ello es Simón Gaviria, que, con su intento de llevarse a Miguel Uribe al Partido Liberal, busca golpear directamente a Juan Manuel Galán, reviviendo esa vieja rencilla personal que nada aporta al país. Otra vez los egos personales por encima del bienestar nacional. Mientras tanto, desde las filas del Pacto Histórico, el petrismo mira todo desde la tribuna, tranquilo y confiado de estar ya metido en segunda vuelta. Muertos de la risa ven cómo Fajardo camina hacia su enésima derrota por no entender que Colombia ya cambió, observan a una Vicky con una estrategia de comunicaciones que nadie entiende, y miran a Vargas Lleras desvanecerse en medio de pésimos políticos como Jesús Alfredo Ariza, que representan en Santander toda la misoginia, el nepotismo y la corrupción.
Unido a esto, periodistas inocentes todavía creen que Bolívar, Pizarro o el impresentable Quintero van a ser cartas fuertes en la campaña, mientras las verdaderas intenciones se incuban entre el gobernador de Boyacá y Claudia López.
Al final, esta somera radiografía personal deja algo claro: si Juan Manuel Galán comprende bien este escenario, ya debería estar liderando la carrera presidencial. Pero para eso necesita entender una realidad evidente: Colombia ya es consciente de que las redes sociales están saturadas de políticos de poses, conflictos personales y bailecitos ridículos. Lo que la gente exige son líderes capaces de hacer política con seriedad, responsabilidad y resultados palpables, no con hashtags y guerras virales. Ojalá, Galán, no desperdicie la oportunidad histórica que hoy tiene enfrente, porque ni él mismo se lo perdonaría.