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De la felicidad, la política y la economía

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Resumen

En la paradoja de la riqueza, la relación entre el dinero y la felicidad es algo que se sigue estudiando.

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Por:  Edgar Julián Muñoz González.

Uno de los conceptos más estudiados en la economía es la felicidad. Evidentemente, los estudios apuntan al bienestar, aunque se han identificado ciertos factores que influyen directamente en la felicidad, como el ingreso, la salud, relaciones personales, el trabajo significativo, el entorno social y la seguridad económica. La economía de la felicidad combina elementos como la psicología, la sociología y otras disciplinas para medir y comprender el bienestar humano.

En mi opinión, la felicidad es inevitable. No obstante, algunos sectores, como en la política, la medición de la felicidad es susceptible a sesgos culturales y, como lo hemos podido observar hasta el momento, la han utilizado para dar mensajes falsos sobre lo que significa "vivir sabroso". Sin embargo, y poniéndolo en términos coloquiales, “vivir sabroso” está muy lejos de la idea de ser “feliz”.

Usando términos más holísticos, indicadores como el FIB “felicidad Interna Bruta”, se han utilizado para medir el éxito de un país más allá del PIB. Aquí se consideran factores como el bienestar emocional, la satisfacción y la calidad de vida. En Colombia estamos rajados. No se puede ser feliz sin seguridad en las calles, tampoco sin proyecciones sobre el futuro. Mucho menos vivir sabroso si sabemos que al vecino lo asesinaron y al familiar lo atracaron.

En la paradoja de la riqueza, la relación entre el dinero y la felicidad es algo que se sigue estudiando. Si bien existe una correlación entre el ingreso y la felicidad, hasta cierto punto, una vez que se satisfacen las necesidades básicas, el aumento del ingreso tiende a generar un impacto menor para mantenernos contentos. Es decir, somos más felices con nuestro primer carro, así sea el más destartalado, que con el siguiente, último modelo. Ya teniendo estas necesidades resueltas, seguimos buscando la felicidad con una mejor casa, una mejor nevera, un mejor colegio, celular, ropa, pero con menor efecto.

Pero ser felices es uno de los mandatos del siglo XXI. Con ese cuento, la izquierda, tienen convencidos a muchos que lo añoran, aunque destilan odio en todos los mensajes que comunican. Ahí está el presidente y la vicepresidente, entre otras dignidades de esa corriente. La obsesión por la felicidad es un trastorno que hace que los humanos tomemos decisiones erróneas. Hasta puedo afirmar que la felicidad se ha vuelto un instrumento de tortura.

Finalmente, la relación entre felicidad, política y economía es un tema complejo, pero interconectado. En general, la política puede influir en la felicidad de las personas con programas y decisiones que mejoren la calidad de vida, la igualdad económica y la seguridad social. Me temo que este es uno de los conceptos más sobrevalorados. Como todo en la vida, lo que es obligatorio es limitante, nos acaba condicionando y, por lo tanto, nos impide ser “felices”. La culpa es tenerlo como un ideal y por eso, quizás, tenía razón Goethe cuando dijo que “la felicidad es cosa de plebeyos”, porque solamente echamos en falta aquello de lo que carecemos, que se añora cuando no se tiene y, cuando se logra, se aborrece.

Por eso es de plebeyos; los nobles no tienen la preocupación por la felicidad, ya que se les da por descontada. Y acá hago la aclaración en relación con la corriente política de cada quien: los de izquierda consideran que un gobierno que promueva la igualdad y el bienestar social aumentará la felicidad; los de derecha se enfocan en la libertad individual y la responsabilidad personal para lograrla. ¿Cómo lo considera usted?

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