Resumen
El autor cuestiona el enfoque actual de innovación, pidiendo más mejoras concretas que generen valor para la sociedad y no solo oportunidades de negocio. Aboga por la importancia de la microeconomía y una innovación auténtica que mejora la calidad de vida y el rendimiento.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Por: Edgar Julián Muñoz G.
Lo primero que nos tenemos que preguntar cuando hablamos de futuro es: ¿algo de lo que creo que debo hacer genera valor? Así de simple. Los que exploramos nuevas oportunidades y estamos en la búsqueda de generar valor a la sociedad nos hacemos esa pregunta. Aunque no podemos negar que la frustración que se siente cuando no llegan las ideas es infinita.
¿A quién no se le ha ocurrido una app o un negocio innovador? ¿Cuántos suponemos haber encontrado una buena idea, pero nos sentimos acongojados por la falta de conocimiento para desarrollar eso que consideramos único? Por más que intentemos hallar el grial, nada nos asegura el éxito en la aventura, es decir, lo más probable que ocurra cuando emprendemos, es fracasar.
Esto no significa estar lejos de la tendencia correcta, solo que es un sentimiento generacional que hace que cualquier sector se sature de buenas ideas, que sean algunas las que se desarrollen y que muy pocas lleguen a ser significativas. Escuchamos a presidentes decir que la economía verde es el futuro y que generará valor a la economía del país. Cierto, solo que para los ciudadanos de a pie, la macroeconomía poco nos interesa si la microeconomía no fluye para beneficio nuestro.
Palabras más, palabras menos: me importa un pito que haya oportunidades en un sector si no sé de lo que trata y no puedo comercializarlo para beneficiarme de él. ¡Alguien dirá, pues prepárese! Bla-bla-bla. Bueno. En un país que envejece tan rápido, donde 14 de cada 100 habitantes son mayores de 60, no tiene sentido ponerse a probar iniciativas de esnobs. Este gobierno tiende a creer que innovación es inventar algo. En general, innovación significa mejorar, y no lo estamos haciendo.
Una empresa, o un país, innova cuando desarrolla nuevos procedimientos que renuevan las prácticas de producción o de calidad de vida de sus colaboradores. No es solo modernizar su planta; para entrar a este círculo de innovación, importa poco que tengamos una tienda en un barrio o un casino en la selva, lo importante es que las nuevas ideas ayuden con el desempeño para que muchos se beneficien de ella.
Claro que va de la mano con la ciencia: necesitamos la tecnología para ser más eficientes. ¿Cómo espero ser competitivo si no renuevo mis equipos? ¿Cómo garantizo los servicios si no mantengo mi infraestructura? El derroche en Davos es la muestra perfecta de lo que no se debe hacer para promocionar algo. Primero, porque no promueve seguridad y eso no deja invertir, y segundo, porque utiliza lo mismo de siempre, café, selva, coca, mujeres y playa, lo que todo el mundo conoce. No innova. Por supuesto que se debe impulsar al país internacionalmente, solo que no se puede caer en el juego de creer que todo lo ostentoso es bueno y lo humilde es insidia. De hecho, los fraudulentos saben esto y donde más se estafa es donde mejor apariencia hay. Acá no están tumbando divinamente.
No obstante, la historia muestra a Latinoamérica como una región creativa, pero no como innovadores. Eso nos limita de obtener beneficios de la creatividad, ya que ambas, innovación y creatividad, en conjunto, generan desarrollo y prosperidad. Esperemos que la economía se consolide más en nuestro léxico y que podamos tomar decisiones basadas en ella y no en las ideas intergalácticas de un mandatario que ya, prácticamente, está de salida. De nuestra parte, como ciudadanos santandereanos responsables, seguiremos buscando incrementar la calidad de vida y la de todos los que se encuentren a nuestro alrededor. Importante en la campaña presidencial que ya comienza, la candidata o el candidato que hable de la descentralización, se llevará el voto de muchos.
