Resumen
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Por La Cultural / Las imponentes depresiones del cañón del Chicamocha en Santander revelan millones de años de sedimentación de la capa terrestre, constituyendo una clara radiografía de los cambios de eras que dejaron a su paso miles de especies vegetales y animales incapaces de resistir la abrupta mutación de las condiciones climáticas.
Este ecosistema, que ofrece una visión única de la evolución del planeta, ha cautivado a un grupo de académicos e investigadores que buscan su declaratoria como patrimonio de la humanidad. En sus investigaciones, Gloria Oviedo, directora del convenio Ministerio de Cultura-UNAB, destaca: «Más allá de su importancia geológica, el Cañón del Chicamocha es un ecosistema único por ser el enclave interandino de bosque seco tropical más extenso de Colombia. En su seno se encuentran rarezas ecológicas como los enclaves de bosque de niebla de San Javier en la Mesa de los Santos, en medio de este cañón semidesértico. Unido a su peculiar flora y fauna endémica, el Cañón del Chicamocha tiene los valores universales suficientes para ser declarado Patrimonio de la Humanidad».
Mientras se aguardan los plazos y la valoración de los expertos de la UNESCO, en las cercanías del cañón se llevan a cabo trabajos de explotación pétrea, algunos de manera clandestina. En el afán de extraer gravilla, se están desenterrando fósiles de especímenes que habrían habitado el Chicamocha en la era Mesozoica, y en lugar de transferirlos a un museo o facultad de ciencias, están siendo desechados en la ribera de los ríos sin ningún registro.
El lamentable destino de estos fósiles, que encierran millones de años de historia, conmovió a un emprendedor recién llegado a Santander, quien decidió adquirir más de mil ejemplares y ubicarlos en la entrada de su restaurante. Su objetivo es que los visitantes conozcan y se maravillen con la historia de la naturaleza, y que alguna universidad pueda estudiarlos.
“Yo venía a visitar a mi esposa santandereana y nos dimos cuenta de que había muchas minas de material de obra. Vimos que sacaban las piedras fosilizadas y para ellos eran basura. Dijimos: ‘Venga, pues yo prefiero comprar todo esto’. Casi que lo regalaban. Queríamos limpiarlo y mostrárselo a todas las personas de aquí”, comentó Thomás Mejía.
Los fósiles rescatados reciben a los visitantes y presagian una experiencia inmersiva en la cultura santandereana, adoptada por Thomás a través de su esposa bumanguesa.
“A los clientes les contamos que estos fósiles se conocen como amonitas, una especie de caracol prehistórico, porque en algún momento esto fue un gran mar. También compartimos algunas de las costumbres de los guanes. Cada plato o bebida fue inspirado en los guanes y su mitología”.
Con su restaurante, que luego se ampliará a un hotel, busca resaltar la cultura santandereana: “Vimos la oportunidad de atraer a más turistas nacionales e internacionales. Queremos enmarcar en este proyecto tres temas: la cultura guane, la cultura santandereana y el cañón del Chicamocha, con todo lo que implica, desde sus aves hasta sus fósiles y desiertos”, puntualizó Mejía.
Las amonitas desenterradas en el cañón del Chicamocha y rescatadas por Thomás Mejía no solo poseen un valor histórico y paleontológico, sino que también proporcionan pistas acerca de la evolución del ecosistema único de la región. Aunque aparente ser indestructible, este entorno puede ser tan frágil como cualquier otro, resaltando la necesidad de un control y presencia más sólida por parte de las autoridades ambientales.
