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La apatía o indolencia ciudadana. Por Juan Manuel Álvarez

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Resumen

El artículo discute cómo la apatía y el desinterés por el bienestar comunitario están minando el desarrollo en ciudades como Bucaramanga. El autor pide un compromiso ciudadano más fuerte en asuntos públicos y políticos para impulsar un cambio positivo.

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La palabra “apatía” etimológicamente proviene del latín apathía, “a”, que significa “sin”, y “pathos”, que significa “emociones”, un término que para los antiguos estoicos representaba “falta de sentimientos”. La Real Academia Española (RAE), define la apatía como impasibilidad del ánimo, dejadez, indolencia, falta de vigor o energía, muy contrario a términos como interés, pasión, entusiasmo y anhelo. Desde el estudio de la psicología y el comportamiento del ser humano, buscando una explicación para comprender la conducta de abandono y el ostracismo a las cosas que son de la ciudad por parte del individuo y la comunidad dejando basura en el espacio público, un mobiliario en pésimas condiciones y la ausencia de participación y ejercicio de los derechos políticos como mecanismos de control al poder, la apatía es una condición o estado de falta de motivación o de interés por los distintos aspectos de la vida, generalmente ligada a un estado de malestar o desesperanza, pudiendo llegar a la depresión. Teniendo en cuenta las definiciones y lo que vemos en la calle, ¿Somos una comunidad apática e indolente?

Para los griegos, padres de la democracia, el ser ciudadano implicaba el derecho y la obligación de participar en la gestión de asuntos públicos de las antiguas Ciudades – Estado. Si bien el concepto de felicidad de los griegos se centraba en el individuo y su participación en la toma de decisiones en la ciudad, a kilómetros de distancia una antigua civilización indígena como son los Aztecas en Centroamérica, planteaba que, una vida digna de ser vivida no era posible sin lazos familiares, con amigos y vecinos, siendo la comunidad un eje crucial en la sociedad. El ser humano es una especie que depende del otro para subsistir, somos de tribu y del cuidado de la misma ha dependido que lleguemos, después de millones de años, a tener los privilegios y condiciones de vida que gozamos actualmente. Hemos pasado momentos complejos a través de la historia como guerras mundiales, enfermedades catastróficas como las pestes en el medioevo que, solo a base de trabajo mancomunado pudimos superar; sin embargo, actualmente nos enfrentamos a un nuevo reto y es el exceso de individualismo, egoísmo y desinterés por el otro.

A pesar que no es un fenómeno nuevo, en días pasados llamo mi atención la poca participación en las mesas de dialogo y discusión del Plan de Desarrollo Municipal de Bucaramanga, hoja de ruta que tiene la administración para priorizar políticas e inversiones que favorecen a la comunidad en los próximos cuatro años. Las fotografías que han publicado con decenas de sillas vacías en los eventos organizados por la Alcaldía, contrastan con el reclamo de los ciudadanos por cambios en la política y en la ciudad, toda vez que estos no se podrán dar sin la participación ciudadana. Un ejemplo de la dejadez e impasividad de los bumangueses por lo que es de todos, es la situación actual de METROLINEA con un déficit económico de casi 400 mil millones de pesos, una pequeña flota de buses en pésimas condiciones, elefantes blancos como la estación de Girón, estaciones cerradas y vandalizadas en la mayoría de puntos de la ciudad, y una movilidad cuya demanda ha sido suplida por el transporte ilegal gracias a la falta de planeación, desconocimiento del sistema, concejos municipales inertes, mediocridad y posible corrupción de nuestros dirigentes. En este proceso de descomposición a través de los años del sistema de transporte, ¿qué ha hecho la comunidad? Muy poco o nada.

Como el ejemplo de Metrolínea, observamos el mismo desinterés, la ausencia de control y participación del colectivo ciudadano en proyectos y políticas públicas fallidas como el urbanismo táctico, las ciclovías, un Plan de Ordenamiento Territorial que no corresponde a la realidad y a las necesidades de la ciudad, asentamientos humanos en el olvido, calidad del aire en pésimo estado, obras a medias como la peatonalización del centro de Bucaramanga, un catastro que genera incertidumbres con cobros del impuesto predial irregulares al no estar dentro del marco de ley, basura por doquier, ornato en malas condiciones y un hedor a heces fecales que invade la Calle 36 que no conmueven a la gente y sus representantes en el poder. Tener un pensamiento positivo por sí solo no es sano, el optimismo necesita derivarse de la unión entre una visión clara, una fe fortalecida y el pensamiento realista, construido desde el ejercicio de la crítica teniendo en cuenta al individuo y la comunidad.

Según Marco Aurelio, “si no es bueno para la colmena, no es bueno para la abeja”. La participación comunitaria es fundamental para la justicia social, es una inversión a futuro porque ayuda a garantizar que las decisiones se tomen teniendo en cuenta las necesidades de la ciudad. Al involucrar a todos los miembros de la comunidad en la toma de decisiones y la acción, podemos garantizar que las ciudades sean justas y equitativas para todos, razón por la cual, el llamado es a comprender la necesidad de construir desde la diferencia, que la crítica no hace al otro un enemigo, enaltece el ejercicio democrático y alimenta el desarrollo más allá del unanimismo. Es imperativo que el ciudadano del común despierte, que haga parte de la tribu que se llama “Bucaramanga”, que de su accionar proponiendo y exigiendo respuestas depende el fortalecimiento de las instituciones como elemento esencial para lograr el tan anhelado desarrollo emulando a países del primer mundo. La apatía y el desgaste es entendible ante el caos que se vive, sin embargo, no es justificable; si deseamos que mejore la inseguridad en la ciudad, que no se roben más la plata de los impuestos, una mejor calidad del aire, mayores oportunidades de trabajo, entre otros elementos de cambio, se requiere de la participación de todos porque pensando en el interés público, se piensa en el interés individual.

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