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La invitada

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Resumen

Un hombre, juzgado erróneamente con su hija en un bar, enfrenta prejuicios mientras celebraban un emotivo reencuentro tras años separados. A pesar de las acusaciones infundadas de las mujeres en el bar, su conexión se mantiene intacta frente a la calumnia social y las apariencias engañosas.

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Por: Claudio Valdivieso

Un hombre de cierta edad, entrado en canas, alto, corpulento y tímido, llegó al bar de una prestigiosa zona de la capital, acompañado de una hermosa chica que aparentaba ser menor de edad. El hombre orientó a la joven a la mesa que los esperaba con una botella de vino, rosas y una jarra helada de agua natural.

Ella lucía jean, botas de cuero, y un buzo negro cubría su monumental figura de piel blanca, ojos miel y cabello castaño. Su rostro angelical, aun de niña, rosado por el frio, despertó curiosidad y maldad en varias clientes que alertaron al personal de seguridad. -Ojo con esa extraña pareja, dijo una señora chismosa ya entonada por el alcohol. ¡Ese tipo trama algo!

-Viejo descarado, ¡Llamen a la policía!, se escuchó de otra voz embriagada en medio de la Marcha Triunfal que interpretaba el pianista por alguna circunstancia.

Varias mujeres rechiflaron y otras se persignaban en medio de su embriaguez y la estupidez de sus prejuicios. ¡La invitada era el ángel y el hombre un demonio!, así fueron sentenciados, aunque los hombres pensaron todo lo contrario.

Ante las amenazantes miradas de las mujeres a los oprimidos hombres del bar, ellos reaccionaron con un penoso silencio antes de intentar controlarles la lengua. La invitada y el galán ignoraron el sabotaje de las señoras y orgullosos continuaron su velada.

La invitada sonrió tan solo un par de veces y por instantes se mostraba incómoda y con tristeza, pero no desviaba la rigidez de su mirada ante los ojos del hombre que brindaba con agua.

-Esa niña debe estar loca o ese diablo debe tener mucho dinero para comprar su dignidad y su cuerpecito. ¡No los dejaron en paz!

Después de dos horas del vaivén de miradas, palabras, gestos, brindis y secar lágrimas en los ojos de miel, la cuestionada pareja salió del bar y fue seguida por un agente encubierto; cruzaron la calle, y se dirigieron justo al hotel más prestigioso del sector que estaba al frente. -La chica se mostraba un poco ambivalente y nerviosa, aunque en ningún momento manifestó sentirse expuesta con ese hombre, añadió el agente encubierto en su declaración. De todos modos, la dignidad de la joven ya estaba en el piso tras las crueles acusaciones de las honorables señoras embriagadas de prejuicios, quienes inmediatamente después de brindar por el heroísmo de sus apreciaciones repetían amén y amén.

El hombre se había registrado en el hotel ese mismo día del encuentro; la llevó a su cuarto, y los agentes de seguridad estratégicamente se ubicaron en la habitación contigua para reaccionar oportunamente a las advertencias de las influyentes señoras del bar. Los agentes solo esperaban la oportunidad de actuar… ¡Se quedaron dormidos!

El padre y su hija se reencontraron después de diez años desde el día que su madre lo abandonó cuando las drogas lo llevaron al fondo. La niña con la coartada de sus amigas lo recuperó de la calle y ese día celebraban su conmovedor reencuentro.

La vida les dio la oportunidad de romper el hielo de la ausencia causado por el traicionero silencio de una verdad que “la invitada” enfrentó bajo ante el prejuicio de una falacia moral, de quienes condenan y absuelven sin verdad de conocimiento. “En el estrado de la calumnia la verdad es la que juzga”.

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