Llamada perdida

Doña Rubiela regresó muy feliz a casa después de adquirir el más lujoso celular del mercado segura de componer la pésima comunicación que la distanciaba de su familia, amigos y empleados. La mujer era imponente, obstinada y soberbia, aunque hermosa, y estaba convencida de que su nuevo celular también le ofrecía mejorar su imagen y posición social. Por eso invirtió una jugosa cantidad de dinero en el nuevo celular, pues además creía que ese aparato le facilitaría su dificultad para expresarse con los subalternos de la empresa, quienes poco se acostumbraban al maltrato y a las humillaciones que frecuentemente les encimaba en el salario.

Los empleados asumieron que la bonita mujer intentaba atraer la atención y recibir elogios de la gente, además del supuesto respeto y estatus que le daría por una novedosa aplicación instalada de fábrica que convertía su amargura en una dulce, empática, amable, noble e intelectual mujer. Esta aplicación era invaluable y muy apetecida por los usuarios.

Doña Rubiela era autoritaria y prepotente, aunque su ternura angelical solo brillaba mientas se mantenía en silencio, y supuestamente como se decía en los pasillos, los empleados debían someterse a sus caprichos. Parece, que tuvo el descaro de convencer a sus amigos de que los problemas para comunicarse obedecían al viejo y obsoleto celular que alteraba involuntariamente el texto y las conversaciones telefónicas.

Rubiela aseguraba que su viejo celular la había involucrado en varios problemas y mil malentendidos, al punto de considerarlo su más potencial enemigo, pues a menudo se le disparaban involuntariamente llamadas a sus acreedores, exparejas y familiares que recibieron insultos de su averiado teléfono, sumado a la falta de empatía que la caracterizaba, motivo por el cual sus relaciones afectivas quedaron reducidas a traumáticos recuerdos.

El novedoso celular de Rubiela también la ha involucrado en una serie de incidentes, y el más reciente sucedió mientras hervía un chocolate y configuraba el aparato, cuando entró una llamada de su galán y en el enredo por el afán de contestar la leche se regó en el fogón y de paso armó un despelote insoportable. Por su irritabilidad Rubiela estalló de la soberbia con insultos por la leche derramada sin percatarse que la llamada de su galán estaba activa, y el pobre inocente de todo, quedó convencido de que los insultos eran para él, y de ahí resultó otra pelotera que destrozó su relación.

En medio de la tragedia sentimental un amigo de la pareja les sugirió buscar asesoría profesional. Convocaron a un médico otorrino y todo estaba bien; entonces, invitaron a un periodista, a un comunicador social, una fonoaudióloga, al ingeniero de sonido, un locutor y un publicista; incluso, hasta el voceador de prensa conceptuó y entre todos realizaron un minucioso estudio sobre la pésima comunicación de Rubiela.

Eran tantos los disparates que Rubiela decía, que ya nadie le creía y el comité concluyó que el obsoleto aparato funcionaba perfectamente. El problema radicaba en la actitud de Rubiela, según demostró el comité y la evidencia de setenta llamadas perdidas registradas, y veinte más de su galán que le hizo para recordarle cuanto la quería y pedirle que si era necesario lo perdonara, mientras lo conducían a la UCI donde nunca despertó…