Resumen
Quizás nuestra postura sea repetitiva cada vez que llegamos a diciembre, pero guardamos la esperanza de que los santandereanos, y los colombianos, algún día tengamos la cordura total para desechar la pólvora.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)El mundo se ha vestido con los colores de la Navidad y existen pueblos, a lo largo del planeta, especialistas en entretenimientos que se convierten en referentes para atraer turistas, realizar guiones de películas y hasta para convocar competencias sobre cuál es el mejor decorado o más alumbrado durante el último mes del año.
Desde tempranas horas de este viernes empezó a sentirse en Bucaramanga el estruendo de la pólvora, situación que se intensificó con las primeras horas de la noche. Si bien es cierto que se trataba de eventos manejados por profesionales, no deja de preocupar que ya empezaron a vislumbrarse los vendederos clandestinos, donde empieza la cadena de quemados durante cada temporada navideña.
Desde la administración municipal, de la capital santandereana, poco o nada se ha hecho para impedir que se distribuyan todo tipo de artefactos de pirotecnia en la ciudad en pasados años, menos ahora que el Alcalde Juan Carlos Cárdenas va de salida y, si en cuatro años hizo poco o nada por la ciudad, menos lo hará en un mes.
Es aberrante el saber que se vende pólvora clandestina y que las autoridades no hagan absolutamente nada por impedirlo y sólo incautan pequeñas cantidades a personas desesperadas por conseguir comida al diario y que no tienen otra alternativa que arriesgar la vida con tal de ganar unas monedas.
Pero no se atacan las fábricas ‘clandestinas’ que están a la vista de muchos que se hacen los ciegos, policía, vecinos, autoridades y demás, y sólo tienen palabras de falso lamento cuando suceden las tragedias.
Debemos impulsar fuertes campañas para que se acabe con la fabricación artesanal de pólvora, para que no haya ventas clandestinas y que, esa es otra cadena difícil de romper, no existan irresponsables compradores que se burlan de las leyes para cohonestar con el delito.
Hay una máxima en la dinámica económica que reza que mientras haya oferta, hay demanda, y esa cadena es la que se debe aislar porque mientras en las calles aparezcan los vendedores de la muerte, los compradores de la misma acudirán en masa a comprar, sin importarles el precio ni la vida, propia o la de los demás.
Santander está en mora, con un respaldo total del Gobierno nacional, de buscar alternativas para sustituir el negocio de fabricación y venta de pólvora desde empresas o emprendimientos que le den dignidad a las personas que arriesgan la vida cada final de año con tal de poder, al menos, tomarse un chocolate en Navidad.
Con la llegada de diciembre, el tronar de la pólvora causa pavor porque para muchos es sinónimo de grandes tragedias, para quienes han sufrido accidentes y mutilaciones es una cicatriz que, está tatuada en el alma y en el cuerpo, por la irresponsabilidad de manipular artilugios pirotécnicos.
A esto le sumamos que se hacen frases rimbombantes y se gastan millones de pesos en publicidad que invita a ser responsables, a cuidar los niños y a no mezclar alcohol con pólvora, porque puede ser fatal.
Pero eso sólo se queda en la intensión, porque detrás hay mafias que manejan poderosos adinerados y políticos, a quienes que no les importa la vida sino sólo los réditos que logran al exponer la vida ajena.
Quizás nuestra postura sea repetitiva cada vez que llegamos a diciembre, pero guardamos la esperanza de que los santandereanos, y los colombianos, algún día tengamos la cordura total para desechar la pólvora y nos demos cuenta que esa sinvergüencería de quemar pólvora en todas las esquinas, es una mala herencia que hay que rechazar.