Resumen
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Por: Juan Manuel Álvarez Cruz
El confinamiento por la pandemia del 2019 generó un antes y un después en las dinámicas sociales, económicas y políticas a nivel mundial, con mayor asentamiento en países latinoamericanos como Colombia. Si bien hace cuatro años el discurso político en Bucaramanga se centraba en la protección del Páramo de Santurbán y el riesgo de la minería a gran escala, la crisis económica que han vivido las familias que agotaron sus pocos ahorros para sobrevivir, perdidas de empleo, cambios en el mercado inmobiliario, altas tasas de interés, elevado costo de vida, y desconfianza en las instituciones, han sacado a los más vulnerables a la calle, siendo el origen de los problemas que aquejan los habitantes del área metropolitana como la inseguridad, rompimiento del tejido social y aumento de la informalidad que, a su vez, ha obligado a los candidatos a migrar a un discurso de protección de los derechos individuales consagrados por el Estado de Derecho como son la vida y la propiedad privada, con diversas estrategias como la implementación de tecnología, aumento en el pie de fuerza y construcción de infraestructura como cárceles y centros de detención.
Según los estudios de organizaciones como Bucaramanga Como Vamos, la inseguridad es el principal dolor de cabeza de los bumangueses y uno de los causantes de la baja popularidad del actual alcalde, generando altos niveles de miedo en los habitantes hasta el punto que la gente no sale a restaurantes, no se ven niños jugando en la calle y no se disfruta la ciudad más allá de los centros comerciales. Uno de los puntos de mayor complejidad en el área metropolitana es la denominada “Cuadra Play”, que ha sido la queja constante de los vecinos del sector de Cabecera del Llano – Comuna 12, debido a los hurtos, riñas, consumo de alucinógenos, congestión vehicular, altos niveles de ruido, contaminación, informalidad, y desorden hasta altas horas de la noche que perturba a propios y extraños en lo que se ha convertido en el corazón, no solo de Bucaramanga, también de su área metropolitana.
Sin embargo, a pesar de los ingentes esfuerzos de la comunidad por querer dar una solución y ante la pasmosa lentitud de la administración que ha fallado en el control urbano y la creación de estrategias estructurales que puedan alivianar la situación, fijar la solución en la modificación del Plan de Ordenamiento Territorial - POT regulando las zonas privadas pretendiendo con ello desterrar las discotecas y tomaderos desconociendo los derechos adquiridos de quienes detentan permisos en debida forma, es arar en el desierto. La norma existente contempla acciones legales en caso de incumplimiento en materia urbanística con sanciones y cierres de establecimientos, razón por la cual, una modificación del POT en la destinación del uso de suelo no va a cambiar el escenario que se vive en estos momentos si se continúa con un diagnóstico errado del problema.
La inseguridad, la informalidad, las riñas y la congestión vehicular no se dan en los inmuebles privados, la incidencia real de estos en la problemática de Cabecera del Llano y otros sectores del área metropolitana, independiente de la actividad que se lleve a cabo en cada uno de los predios privados, no es muy alta y se cuenta con instrumentos suficientes para su regulación y sanción, sin embargo, se persiste en la idea que ahí radica el problema sin percatarse que el escenario real de los conflictos que se viven a diario en la urbe, suceden en lo público. Estamos creando un sistema de ciudad planeada con base en el miedo, enfocada en lo individual, llena de muros y zonas privadas que segregan, que acaba con el concepto de barrio en favor de los “conjuntos residenciales”, con un modelo de vida y de pensamiento personalista que nos encierra en cuatro paredes, desconociendo lo que sucede a nuestro alrededor; razón por la cual, la agenda política tiende al mismo enfoque con propuestas encaminadas a la defensa de la propiedad privada y del individuo, más allá de lo colectivo.
Ante este panorama y en vísperas de las elecciones territoriales, ¿Quién abandera la defensa de lo público? Como dice el urbanista español Jordi Borja, el espacio público es la ciudad, es la condición y expresión de la ciudadanía y de los derechos ciudadanos. La crisis del espacio público se manifiesta en su ausencia, abandono, en su degradación, en su privatización o en su tendencia a la exclusión. La socióloga neerlandesa, Saskia Sassen se refiere a la ciudad como el lugar donde hay una condición momentánea de igualdad que, aunado a lo concluido por el arquitecto Leonel Miranda, “En la gestión del espacio público reposa el manejo de problemas como inseguridad, informalidad, segregación, manejo de emergencias, paisaje, logística, inseguridad, accesibilidad de personas con limitaciones… el EP contiene casi todo pero en la agenda sigue ausente”, nos lleva a pensar que el cambio en la otrora Ciudad Bonita empieza por cuidar y ocuparnos en lo que es de todos.
El espacio público y el privado no son opuestos, son complementarios, razón por la cual es necesario lograr ese equilibrio no solo desde el POT, también desde el discurso y la mentalidad de los ciudadanos. Tener una ciudad perfecta es imposible, menos en sociedades convulsionadas como la nuestra, sin embargo, problemáticas como las vividas en Cuadra Play, el Centro de Bucaramanga o Cañaveral en Floridablanca se solucionan en la medida que la comunidad y las administraciones se preocupen por lo público, generando e innovando con instrumentos que gestionen el espacio público y el ornato más allá de la represión, con modelos como los distritos de mejoramiento y administración sectorial por nombrar un ejemplo, que permitan el goce, la inclusión, el desarrollo y el disfrute del Derecho a la Ciudad.