Nuevo acuerdo con China no es más que una traición diplomática
Resumen
La inclusión de Colombia en la "Nueva Ruta de la Seda" con China amenaza la relación con Estados Unidos, debilitando la cooperación en seguridad y economía. La movida podría incrementar la deuda y dependencia de China sobre el país, exponiéndolo a riesgos estratégicos.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Por: Jairo Rueda Otálvaro
En un acto que debería preocupar profundamente a quienes valoramos la soberanía, el equilibrio económico y la seriedad institucional, el presidente Gustavo Petro confirmó esta semana el ingreso de Colombia a la "Nueva Ruta de la Seda", promovida por la República Popular China.
Esta decisión, lejos de ser un movimiento inteligente en materia internacional, constituye una imprudencia estratégica y una renuncia alarmante a los fundamentos tradicionales de nuestra política exterior.
Mientras el gobierno celebra el establecimiento de nuevos lazos con una superpotencia, lo que está realmente haciendo es erosionar una relación construida durante décadas con Estados Unidos, nuestro mayor aliado comercial desde al menos 2003, según cifras del DANE.
No se trata solo de intercambio de bienes. Hablamos de colaboración en defensa, seguridad regional, educación, tecnología y desarrollo social. Esta alianza ha sido un pilar de estabilidad para Colombia. Prescindir de ella por razones ideológicas es, cuando menos, temerario.
La llamada Nueva Ruta de la Seda dista mucho de ser un simple tratado de comercio. Es una iniciativa de alcance global cuyo verdadero propósito es expandir la injerencia de China sobre países vulnerables a través de grandes proyectos financiados bajo condiciones poco transparentes. La experiencia internacional ya ha demostrado que varias naciones firmantes han terminado atrapadas en ciclos de deuda impagable, pérdida de soberanía sobre activos estratégicos y dependencia crónica. ¿Es ese el camino que queremos seguir?
Colombia carece de una oferta exportadora capaz de competir con los costos y la escala de producción chinos. Salvo contadas excepciones como el café, nuestros productos difícilmente lograrán abrirse paso en un mercado tan exigente. En cambio, lo que sí es previsible es una avalancha de mercancías importadas que pondrán en jaque a miles de emprendedores locales, agravarán la
desindustrialización y aumentarán la precariedad laboral. ¿Esa es la "justicia económica" que promete este gobierno?
Todavía más inquietante es la manera como se trivializa el valor de la cooperación bilateral con Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico. Desde el Plan Colombia hasta los programas actuales, Washington ha sido un actor decisivo en el combate a estructuras criminales que amenazan nuestra institucionalidad. China, por el contrario, ni ha intervenido ni ha mostrado intención alguna de hacerlo. Su interés no radica en la seguridad ni en la legalidad. Es un enfoque fríamente comercial.