Se complica disputa judicial de Frisby en Europa
Resumen
Frisby enfrenta un desafío en Europa: una empresa española usa su nombre y diseño. Aunque Friby no usó su marca en la UE, tiene un caso fuerte por derechos de autor, y planea expandirse mientras defiende su identidad visual.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
En los últimos días, las redes sociales y varios medios colombianos han encendido las alarmas: una empresa en España estaría utilizando el nombre, los colores y hasta el diseño gráfico del icónico restaurante de pollo frito colombiano Frisby. ¿Se trata de un robo de marca? ¿Hay derechos vulnerados? ¿Qué viene ahora para esta reconocida y querida cadena nacional?
Aunque el tema ya ha sido cubierto en múltiples medios, lo que no se ha contado claramente —y que es clave entender— es que la compañía española, desde un punto de vista jurídico, no actuó de forma ilegal al registrar el nombre. ¡Sí!, puede parecer indignante, pero aquí entra en juego una figura poco conocida para el ciudadano de a pie: el abandono por falta de uso de una marca.
¿Cómo empezó todo?
Frisby Colombia registró su marca en la Unión Europea en 2005, muy probablemente a través del Protocolo de Madrid, un tratado que permite proteger marcas en múltiples países con una sola solicitud. Sin embargo, para mantener esa protección se requiere algo más que un registro: hay que demostrar que la marca está en uso efectivo en ese territorio.
Y aquí radica el punto crítico. La empresa española alegó que Frisby no usó la marca en Europa en un periodo superior a tres años, lo cual abre la puerta a que cualquier otra compañía —sin importar su intención— pueda solicitar su cancelación.
“Es lo que se conoce como el principio de mínimo uso”, explica Germán Darío Ramírez, docente de Derecho en Areandina, seccional Pereira. Y precisa, “si la marca no se usa comercialmente durante tres años consecutivos, puede considerarse abandonada y alguien más puede solicitar su caducidad. ¿Ético? Juzguen ustedes, ¿legal?, a la luz del Derecho, si es”.
Pero entonces, ¿en dónde
se cruzó la línea?
Lo que podría haber sido solo una reclamación de nombre, escaló a un conflicto mucho más serio cuando la empresa española no solo usó el nombre ‘Frisby’, sino que replicó los mismos colores, tipografía y diseño visual característicos de la marca colombiana.
Aquí entra otro campo del derecho: el derecho de autor, que no requiere registro previo ni se pierde el derecho moral por falta de uso, y cuya protección es universal.
“La composición gráfica —colores, tipografía, diseño— fue creada por un diseñador al que Frisby le pagó, y eso le otorga derechos de autor. Estos fueron cedidos legalmente a Frisby Colombia, por lo tanto, sigue siendo suya en cualquier lugar del mundo”, aclara Ramírez.
En este punto, la acción de la empresa española deja de ser una simple disputa marcaria y se convierte en una posible infracción a los derechos de autor y, de ser comprobada su intención de copiar, también podría haber implicaciones civiles y penales por competencia desleal.
Ahora, ¿qué salidas legales
tiene Frisby Colombia?
Aunque la querida y reconocida marca del país no pudo evitar el registro por parte de la empresa española debido al abandono, Frisby tiene hoy un nuevo terreno jurídico que juega a su favor. ¿Cuál? Recientemente se comprobó que la empresa española incurrió en un uso indebido de la identidad gráfica original de Frisby Colombia, lo cual representa una violación al derecho de autor.
Con este nuevo argumento, se podría solicitar la anulación del registro en Europa por mala fe, competencia desleal y plagio visual, además de iniciar una demanda por daños y perjuicios.
“En este caso, el derecho de autor cobra mayor fuerza porque es automático desde el momento de la creación y no se extingue por falta de uso. Eso le da a Frisby una herramienta sólida para defender su identidad visual en cualquier país”, comenta Ramírez.
En este este escenario, Frisby tiene en sus manos una oportunidad clave: reconquistar Europa, esta vez de forma decidida y no solo como una estrategia de protección marcaria.
La empresa ha anunciado que está estudiando opciones para iniciar operaciones directas o en alianza en el mercado europeo, especialmente en el país ibérico, aprovechando el ruido mediático para fortalecer su marca internacionalmente.
Además, la defensa legal que ahora puede emprender se convierte en un caso ejemplar para todas las marcas colombianas con ambición internacional: no basta con registrar, hay que mantener activa la marca y proteger su imagen como un todo: nombre, diseño, uso, etc.
Finalmente, este caso deja una enseñanza y lección clara. Según el docente de Areandina, “toda empresa que tenga planes de expansión internacional debe entender que la marca no es solo un nombre: es un activo vivo, que requiere estrategia, vigilancia y presencia real en el mercado.”
El caso de Frisby podría sentar un precedente valioso sobre cómo las marcas colombianas deben blindarse en el mundo. Y aunque el camino será jurídico y empresarialmente complejo, el pollo frito más querido del país tiene aún mucho vuelo que dar en el escenario global.