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Tras de cotudos… Por: Rafael Nieto Loaiza

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Resumen

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La moral de militares y policías está por el piso, medio país está en manos de los grupos violentos que incluso se dan el lujo de secuestrar y expulsar de esos territorios a la Fuerza Pública o de pactar con el Gobierno, a escondidas, su salida; estamos inundados de coca y cocaína y será peor este año en que la erradicación ha caído un 74%, el secuestro ha aumentado un 80% y la extorsión denunciada un 13% hasta octubre, y el homicidio creció un 5,4%. La “paz total” es un monumento a la improvisación, desconoce las lecciones de cuarenta años de procesos de paz, y hace de la claudicación frente a los violentos la regla, paralizando a la Fuerza Pública y permitiéndoles a los bandidos que sigan delinquiendo y vulnerando una y otra vez vida, libertades y propiedad de los civiles.

Y al final, lo esperable: la economía se derrumba aceleradamente. Petro la recibió, después de una pandemia devastadora, con un crecimiento del 12,3% en el segundo trimestre del 22 y la ha hundido hasta un menos 0,3% en el último trimestre de este año. Todos los indicadores son negativos. La inflación anual va en 10,48% y ya no hay duda de que el año cerrará en doble dígito, la venta de viviendas ha caído un 48%, la de automóviles un 50% y la de motos, aún más sintomática porque son el vehículo de los más pobres, un 17,3%; la producción industrial para septiembre registraba un -6,9%, el 84% de los comerciantes reportaron las peores ventas del año en octubre; las exportaciones habían disminuido un 15,6% hasta agosto y las importaciones un 20,2%. El gasto de los hogares lleva once meses decreciendo (-2,9% en septiembre) y la inversión se desplomó (-7,7% en el II trimestre y -11,0% en el III). Los dos motores de nuestra economía van en reversa.

El Gobierno ha decidido echar la culpa a las altas tasas de interés. En realidad, el asunto podría ser peor si el Banco de la República no hubiese hecho su tarea de evitar una inflación descontrolada. En verdad la culpa fundamental es gubernamental. Les arrebató billones a los ciudadanos con la más agresiva reforma tributaria de la historia y, para rematar, es incapaz de ejecutar el presupuesto. El gasto no es productivo y se pierden billones en subsidios expansivos, mal focalizados y sin control. Ha torpedeado una y otra vez la confianza de los inversionistas y ha alimentado la incertidumbre. Y no aprende la lección. Frente a la caída del 0,3% trimestral la reacción fue sostener, de nuevo, que hay que establecer control de cambios y desechar la regla fiscal. Es decir, ahuyenta la inversión y promueve la fuga de capitales. Y, sin oír la paliza del 29 de octubre, persiste en impulsar las reformas de salud, pensiones y trabajo, cual más empobrecedoras y dañinas para la economía. Como vamos, la recesión está a las puertas.

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