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A Lebrija no hay quien la llore

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Resumen

Una total vergüenza resulta escucharlo en un audio negociando coimas por los contratos previstos para los grupos de la tercera edad del municipio.

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Por: Oscar Jahir Hernández Rugeles. El alcalde del municipio de Lebrija Luis Carlos Ayala Rueda pasará a la historia como uno de los peores mandatarios que ha tenido ese pueblo, porque jamás logró entender que el servicio público es un apostolado de vida que se ejerce para el bienestar de la gente y no para el suyo propio, el de su familia, el de sus socios y el de sus amigos, como claramente lo demostró en estos casi cuatro años que termina.

Una total vergüenza resulta escucharlo en un audio negociando coimas por los contratos previstos para los grupos de la tercera edad del municipio, audio que entre otras cosas no ha salido a desmentir, así como tampoco ha sido objeto de investigación por parte de los entes de control, entes que lastimosamente tienen funcionarios de planta inmersos en peores problemas de corrupción que los que ellos mismos investigan en el pueblo, con lo cual se aplica la medida de “tú me ayudas, yo te ayudo”.

La gente creyó que el hombre de origen humilde que representaba una iglesia cristiana y que los valores religiosos iban a darle un nuevo camino de prosperidad al pueblo y respeto a los bienes públicos, pero la figura bondadosa y pura se convirtió en un ángel caído al que solo le interesó redireccionar toda una administración pública para su solo beneficio y el perjuicio a futuro del mismo ente territorial.

Grandes extensiones de tierra fueron parceladas para permitir la venta de decenas de condominios que no tienen asegurada la garantía cierta de una prestación efectiva de los servicios públicos, pero que sin duda terminó favoreciendo los mezquinos intereses de los urbanizadores piratas que también hicieron negocios con la esposa de uno de los candidatos que sin opción alguna aspira a la alcaldía de Bucaramanga, el mismo que se da golpes de pecho cada vez que habla de acabar con la corrupción en la ciudad.

Y es que la mayor contradicción que ha vivido la política en Santander en los últimos años es esa, que los que más hablan de acabar la corrupción terminan demostrando que son peores corruptos que aquellos a quienes acusan.

La ciudadanía siempre busca una esperanza, un anhelo de que las cosas puedan estar mejor, el sueño cumplido de votar por quien verdaderamente se lo merezca, pero las necesidades de una gran parte de la sociedad que prefiere saciar el hambre de su familia un domingo en vez de votar a conciencia por el futuro de todos, nos ha llevado al lugar en el que estamos con los gobernantes que tenemos.

Los mismos que han sido puestos por financiadores de campañas que luego cooptan a los organismos de control como la Contraloría de Santander, para pasar a convertirse en salvadores o verdugos de los mismos títeres que patrocinaron. Lebrija no es el único caso y eso todos lo tienen claro, pero si quieren mirar el peor de los ejemplos, comiencen por ahí.

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