Resumen
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Por todas partes se han abierto paso las guerrillas criminales y los grupos armados de narcotraficantes que desafían al gobierno de Gustavo Petro Urrego, mientras el mandatario mantiene la propuesta de la ‘Paz Total’, que ha sido considerada como un signo de debilidad para enfrentar a la subversión y el terrorismo.
Mientras el señor presidente de la república se dedica a la diatriba en las plazas públicas con gran parte de los sectores políticos que les han cerrado el paso a las reformas legales en el Congreso de la República, líderes sociales que creyeron en la paz, son llevados al matadero en los territorios del Catatumbo, Cauca, Urabá Antioqueño, Nariño, Putumayo y Vaupés, que son los escenarios del conflicto armado.
A punto de cumplirse dos años del mandato del presidente Gustavo Petro, y cuando la economía colombiana está de capa caída, las propuestas de paz son apenas una utopía con la que juegan los nuevos amos del poder en Colombia.
Se agita el cotarro con las malas noticias sobre la corrupción rampante en la que hubiese sido la CAJA MAYOR del actual gobierno nacional, para comprar la conciencia de algunos congresistas, que vienen saqueando las finanzas de la nación, para acabar con la salud, con la seguridad y con la productividad, que había tenido promisorios avances durante las administraciones de Cesar Gaviria, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe Vélez, Juan Manuel Santos e Iván Duque Márquez.
El día anterior se presentaron fuertes combates en la cuenca del Río Patía, departamento del Cauca, que ya dejan 5 soldados muertos y 3 presuntos disidentes de las FARC igualmente dados de baja.
Hay población confinada, escuchando explosiones y disparos desde veredas del corregimiento El Plateado. También han salido más de 1.200 campesinos desplazados, a buscar refugio en los cinturones de miseria de Pasto, Popayán y Cali. Las disidencias de las FARC soñando con crear una nueva nación independiente con el dominio territorial de seis departamentos del sur del país.
En medio de tanta violencia, que ha dejado víctimas entre militares y campesinos, otra cosa muy grave ocurre en el recinto del Congreso de la República en Bogotá, donde se mueve el escándalo más grande de corrupción que haya tenido Colombia en los últimos años, como ha sido el saqueo de sumas multimillonarias, de la Unidad de Control del Riesgo de Desastres, donde se habrían robado más de ciento ochenta mil millones de pesos, que comprometen la conducta de quince (15) congresistas en ejercicio, tres ministros del gobierno nacional y una mafia de contratistas, listos a repartir sobornos a los mal llamados ‘Padres de la Patria’, metidos en el lodazal de la contratación oficial.
En medio de tanta anarquía, de tanta violencia y de tanta corrupción, la democracia colombiana sucumbe envilecida por la enorme corrupción de su clase dirigente, metidos todos, el gobierno y los partidos políticos, en el oleaje de la indignidad que avergüenza a Colombia ante el mundo. Nada fácil salir del atolladero a que hemos llegado, por haber cometido el error de pretender una solución política civilizada con todos los grupos armados ilegales, que compraron tiquete en la pasada campaña presidencial.
