Resumen
El Ministro de Defensa y el Comandante del Ejército Nacional de Colombia pidieron perdón público a las familias de 31 civiles inocentes asesinados en el conflicto armado en la región del Catatumbo, marcando la primera vez que el estado colombiano reconoce estas ejecuciones extrajudiciales.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)En el coliseo Argemiro Durán Quintero de Ocaña, el ministro de la Defensa Iván Velásquez Gómez y el comandante del Ejército Nacional, Luis Mauricio Ospina Gutiérrez lideraron este jueves el acto público de reconocimiento de responsabilidad y solicitud de perdón ante las familias de las víctimas de ejecuciones extrajudiciales en la región del Catatumbo.
Esta es la primera vez que el Estado colombiano reconoce estos hechos en Norte de Santander ante las familias de 31 civiles inocentes que fueron asesinados a causa del conflicto armado.
"Hace 17 años estamos esperando que esto no se vuelva a repetir, derramando sangre no se consigue la paz", dijo ante los asistentes Ramón Chogó, familiar de una de las víctimas.
“En nombre del Estado colombiano, de las Fuerzas Militares de Colombia, pido perdón a las familias de las 30 víctimas de ejecuciones extrajudiciales de sus hijos, hermanos, padres, ocurridas en el Catatumbo. También por dos hechos en los que hubo una actuación irregular de miembros del Ejército en hechos de hurto, violencia y tentativa de homicidio. Vengo ante ustedes porque represento al gobierno y a un presidente que siempre señaló como un delito contra la humanidad las ejecuciones extrajudiciales”, señaló el ministro.
En el acto hubo presencia de 300 personas, conformadas por familiares de víctimas de falsos positivos, colectivo de abogados, oficiales del Ejército, medios de comunicación y autoridades locales.
Allí una decena de familiares se tomaron la vocería y expresaron sus emociones de tristeza y esperanza, ya que el mensaje a las autoridades presentes es que, no quieren llorar más a un ser querido. "Muchos de los que estamos acá ya hemos perdonado, otros no quieren hacerlo, pero si nos une algo en común es que no queremos llorar a otro ser querido por las balas del Estado", manifestó una de las víctimas.
Un dolor que ha durado 16 años
Ana Esther Suarez Martínez habló con EL FRENTE en medio del acto de perdón público, y expresó que es un sufrimiento a largo plazo, que al día de hoy recuerda con gran dolor la partida de su hermano Daniel Suárez Martínez, de 31 años de edad.
“Hasta hace poco tuvimos acompañamiento de psicólogos, porque sufríamos constantemente por este daño que no hizo el Ejército… a mi hermano lo asesinaron el 6 de diciembre del 2007”, inició su relato Ana Esther.
La mujer asegura que fueron 6 días de búsqueda, pues vivían temporalmente en el Zulia (Venezuela) para la época de los hechos, y en ese entonces su hermano viajó hasta Ocaña, Norte de Santander, a buscar a su pareja e hija.
“Él llegó a Ocaña y no duró ni dos días cuando el Ejército lo montó a un camión, se lo llevaron hasta Otaré (Norte de Santander) y allá lo mataron”.
Suarez Martínez cuenta que, cuando le dijeron que su hermano “había caído en combate con un armamento” no lo podía creer, pues era inverosímil que su propio hermano, al que conocía de toda la vida y que residía con ellos en el Zulia, estuviera como guerrillero en una zona donde no había estado ni siquiera dos días.
Una vez el Ejército disparó por la espalda de Daniel Suárez, trasladaron su cuerpo a la morgue de Ocaña, donde informaron de la supuesta situación de combate.
A la fecha la familia ha participado en más de 15 encuentros con el Estado; la justicia, el Ejército y demás involucrados del conflicto armado. En múltiples escenarios han visto el rostro de los culpables, y aunque Ana Esther dice que ya los perdonó, no todos los familiares de las víctimas dicen lo mismo.
“Que los perdone Dios porque yo no”
Alfonso Jácome, contó que asiste a estos actos públicos por su familia, pero él no ha perdonado a quienes le arrebataron a su hijo hace 17 años a solo 10 minutos de su finca cafetera.
“Esos desgraciados nos destruyeron como familia, mi hijo era un hombre honrado y trabajador a su corta edad… y la forma como lo mataron no deja que yo los perdone”.
Wilmer Jácome Velásquez, de 21 años, salió desde las 5 a.m. de su casa porque iba a coger café a una finca cercana, que quedaba solo a 20 minutos de su hogar en el corregimiento de Cartagenita, zona rural de Convención (Norte de Santander).
Relata su padre, que cuando él se despertó a las 5:15 de la mañana, ya su hijo no estaba. Pero don Alfonso días atrás había escuchado un rumor de unos muchachos muertos en carretera, al parecer, por estar en fuego cruzado entre el Ejército y guerrilleros, por lo que se llenó de angustia.
“Le dije a mi mujer que él no debió madrugar, porque la zona está muy peligrosa por tantas muertes ocurrido los últimos días”, dijo Alfonso Jácome.
Mientras don Alfonso conversaba sobre los rumores, Wilmer fue detenido por hombres que estaban ocultos en matorrales a lado y lado de la vía, lo detuvieron y bajaron de la moto.
“Cuentan testigos de fincas cercanas, que los del Ejército iban subiendo una montaña con mi hijo, a pocos metros de la vía, y cuando llegaron a la cima, hasta mi finca se escuchó la matazón… puros balazos como un minuto seguido”.
Esos disparos que don Alfonso y vecinos de la zona escucharon, fue de la escena simulada que hizo el Ejército, tal como confesaron los culpables de este hecho años después.
Don Alfonso apenas escuchó los disparos, supuso que algo le había pasado a su hijo, por lo que fue al lugar a ver lo sucedido, pero no había nada, todos se habían ido.
Él continuó preguntando y buscando respuestas, pero nadie daba razón de su hijo, ni en la finca donde debió llegar a coger café.
Tres horas más tarde, don Alfonso fue hasta la Personería de Convención, donde puso el denuncio y alertó sobre la desaparición de su hijo. De allí salió para el comando de la policía donde se encontró con un fiscal, quien le dijo: “Acabamos de recoger el cuerpo de un guerrillero, apenas nos llamaron acudimos al lugar y se hizo el levantamiento”.
El padre desesperado pidió que le dejaran ver el cuerpo para confirmar si era su hijo, pero el fiscal se negó, sin embargo, dijo que podía mostrarle una foto.
Apenas don Alfonso vio la foto que le mostró el fiscal, supo que sus sospechas eran ciertas, su hijo había sido la víctima mortal de la trampa de los soldados.
Mientras el acongojado padre lloraba, el fiscal le dijo: “Encontramos el cuerpo de su hijo con un chaleco antibalas, dos pistolas en un bolso, dos granadas y una mini uzi… nos informaron que era guerrillero”.
Cuando escuchó estas palabras, don Alfonso entendió todo y respondió: “Me da mucha pena señor fiscal pero mi hijo salió con un jean, zapatos y una camisa manga larga, iba a coger café como todos los días, esto es un montaje”.
Y tras darle varias razones para desmentir la grave acusación que hizo el fiscal, este último dijo que no era el primer familiar que decía esto, pues en la morgue de Ocaña habían más de 20 cuerpos de jóvenes, unos sin reclamar aún, pero los familiares que ya se habían acercado todos desmintieron que se hubiese tratado de un combate, pues ninguno de estos jóvenes pertenecían a grupos guerrilleros.
Así recordó Alfonso Jácome esos días de dolor que aún no sana, señaló que para la época habló con otros familiares y tenían las mismas dudas. A raíz de esto, los primeros colectivos de abogados que se apersonaron de estos casos reunieron y formaron grupos con víctimas del Ejército en el Catatumbo, ya que el hecho era sistemático y ocurrió en zonas rurales de Convención, Ocaña, Tibú, Hacarí, San Calixto, y sur del Cesar.
“Yo creo que las víctimas del Catatumbo fueron las primeras en vivir la crueldad de los falsos positivos, ya que dos años después las madres de Soacha comenzaron a denunciar los mismos actos, esto hizo que las denuncias en varios lugares del territorio nacional cogieran fuerza, pues no era coincidencia que sucediera esto donde hacía presencia el Ejército, específicamente los culpables de estos delitos”, señaló Tatiana Criado, abogada que asistió al acto público de solicitud de perdón a las víctimas.